En los últimos meses, la economía global ha experimentado una desaceleración, y en la mayoría de los países la inflación ha disminuido más rápido de lo esperado, liderada por su componente de bienes. Baja esta última, que ha estado asociada a los efectos de políticas monetarias restrictivas, al progreso de la normalización de las cadenas de suministro, la caída en el precio del petróleo y la estabilización de los precios de los productos agrícolas. Sin embargo, la inflación de servicios ha bajado en forma más lenta, por lo que en la mayoría de los países las inflaciones aún están sobre la meta de los bancos centrales. A medida que la inflación se ha ido reduciendo, la principal preocupación de los inversionistas yace en la duración de las tasas de interés elevadas para lograr que la inflación converja hacia la meta de los bancos centrales, más que en si serán necesarias nuevas subidas de tasas. Los mercados financieros anticipan que el ciclo de aumento de tasas está llegando a su fin y los bancos centrales de los países avanzados comenzarán a reducir las tasas en el primer semestre del próximo año. Esta situación ha dado lugar a importantes reducciones en las tasas de interés a largo plazo, aumentos significativos en los precios de las acciones, un mayor apetito por el riesgo y la apreciación de las monedas de los países emergentes. Sin embargo, esta mejora en las condiciones financieras podría retrasar la convergencia de la inflación hacia la meta, postergando las bajas de tasas y aumentando la volatilidad financiera.
En cuanto al crecimiento económico, el tercer trimestre tanto la Zona Euro (ZE) como Japón experimentaron contracciones, mientras que EE.UU. sorprendió con un crecimiento anualizado del 5,2%. Los indicadores actuales sugieren que las principales economías avanzadas —EE.UU., la ZE y Japón— están experimentando una desaceleración en el cuarto trimestre, con una contracción en la ZE y Japón y un menor crecimiento en EE.UU.
En cuanto a proyecciones, la OCDE, en su Informe de Perspectivas Económicas Globales publicado la semana pasada, aumentó su pronóstico de crecimiento para EE.UU. de este año, pasando del 1,5% previamente estimado en su informe de abril pasado al 2,4%. Además, elevó la proyección de crecimiento mundial de este año, del 2,6% al 2,9%. Sin embargo, al mismo tiempo, redujo la proyección de crecimiento global para 2024, del 2,9% al 2,7%, principalmente debido a la disminución de las estimaciones de crecimiento de la ZE, que pasaron de 1,7% a solo 0,6%, y de China, que bajó de 4,9% a 4,7%, y a pesar de la corrección al alza de la proyección de crecimiento de Estados Unidos, de 0,9% a 1,5%.
El crecimiento mundial en 2024 enfrenta varios riesgos: 1) la convergencia de la inflación hacia la meta podría llevar más tiempo de lo previsto por los mercados, lo que afectaría las condiciones financieras; 2) China, que enfrenta importantes desafíos, podría crecer por debajo del 4,7% proyectado, lo que tendría efectos en el crecimiento global y en los precios de las materias primas; 3) los conflictos geopolíticos en Medio Oriente, Rusia/Ucrania y China/EE.UU. podrían intensificarse, lo que tendría impacto en las cadenas de suministro, el precio del petróleo y la inflación, y podría prolongar las tasas de interés elevadas; y 4) la fragmentación de la globalización, con restricciones a los flujos de comercio, tecnología e inversión extranjera, y los riesgos en las cadenas de suministro, podrían profundizarse.
En el caso de Chile, a pesar de la alta inflación de noviembre, una noticia alentadora es la pronunciada disminución de la inflación en los últimos meses. La tasa de inflación sin volátiles ha alcanzó una tasa anualizada de solo 1,7% en los últimos seis meses y de 2,8% en los últimos tres. Además, las expectativas de inflación a dos años están ancladas en 3%. Este logro se debe tanto a los factores globales que están impulsando a la baja las tasas de inflación de bienes como al excelente trabajo realizado por el Banco Central, que anticipó el aumento de la inflación y respondió de manera efectiva con aumentos de tasas de interés, lo que se complementó con una política fiscal responsable.
Mirando hacia el futuro, es evidente que el Banco Central continuará desempeñando su rol en la estabilización de la inflación en línea con los objetivos establecidos. No obstante, se ha debilitado la sostenibilidad fiscal debido al bajo crecimiento del producto potencial, lo que limita el aumento de los ingresos fiscales y dificulta satisfacer el aumento de la demanda por un mayor gasto público en áreas como servicio de la deuda, seguridad, salud y educación pública. Estas vulnerabilidades fiscales han sido identificadas de manera efectiva tanto por el Consejo Fiscal Autónomo como por la Comisión Marfán.
¿Qué podemos esperar para la economía chilena en 2024?
Chile seguirá enfrentando en 2024 un entorno global de bajo crecimiento y alto riesgo, lo que continuará afectando la dinámica de nuestras exportaciones, especialmente las dirigidas a países avanzados y China. Sin embargo, en el ámbito interno, las condiciones debieran ser más favorables. Con el importante progreso logrado en la corrección de los desequilibrios macroeconómicos, el Banco Central debiera continuar reduciendo gradualmente la tasa de política monetaria, estimulando así la demanda interna, en particular el consumo. Por otro lado, el aumento de la inversión se presenta más desafiante debido al pesimismo empresarial, la “permisología” y la incertidumbre económica, política e institucional.
Para acelerar el crecimiento en los próximos años, se abren oportunidades significativas relacionadas con el desarrollo de energías limpias y la electromovilidad, lo que aumentará la demanda de litio y cobre, productos en los que Chile tiene ventajas comparativas notables. Sin embargo, aprovechar estas oportunidades requerirá facilitar la inversión privada, especialmente la inversión extranjera, que aportaría tecnología y financiamiento en un momento que la sostenibilidad fiscal está amenazada y la tasa de ahorro nacional es muy baja.
Para impulsar un crecimiento sostenido y más generalizado, es esencial mantener la estabilidad macroeconómica y financiera, cerrar las brechas en capital humano, especialmente para los estudiantes de la educación pública que perdieron aprendizaje durante la pandemia, y crear un entorno más favorable para el ahorro y la inversión. Esto implica fortalecer las instituciones y los marcos de políticas que se han debilitado en la última década.
En este sentido, la propuesta constitucional que se votará en el plebiscito del 17 de diciembre representa un avance, por el fortalecimiento de la separación de poderes y la reducción de la fragmentación política que se establece en el nuevo texto. Esto probablemente creará condiciones más favorables para avanzar en reformas y en la provisión de derechos sociales que la población demanda, esto último, condicionado a la disponibilidad de recursos para mantener la solvencia fiscal. La aprobación de esta propuesta podría también reducir la incertidumbre constitucional y al mismo tiempo sentar las bases para un crecimiento sostenido.