Un prestamista vía facturas falsas, una abogada con maletín para cargar sobres de dinero y un abogado cabecilla del grupo, en una bien decorada oficina, en el mejor barrio de la ciudad. Los tres craneando cómo pervertir el sistema para arreglar una maquinaria corrupta que lleva años. Prostitutas, droga y traiciones. Ideas incluso de quemar una oficina pública.
No. No se trata de la última novela de Grisham. Tampoco de la última serie de Netflix. Se trata del “caso Hermosilla”, que hemos conocido a través de Ciper.
El audio que escuchamos esta semana supera la ficción. Tres personas. Tres profesionales. Sauer, Hermosilla y Leonarda. Muchas facturas. Muchos amigos. Muchos delitos.
Ayer supimos que lo grabó la abogada, no queda claro para qué, ni quién filtró. Pero eso a estas alturas es un detalle. Cuando se abre una flor, al olor de la flor se le olvida la flor.
El caso nos confirma —una vez más— lo que todos sabemos: que “la probidad del chileno” es una fantasía, que la corrupción está enquistada en el país y que los métodos se van haciendo cada vez más gansteriles.
¿O recién ahora nos damos cuenta de que los robos de computadores por todas partes probablemente no fueron una casualidad? ¿O que, incluso, incendios como el de las oficinas del Ministerio de Bienes Nacionales (cuyo jefe de asesores era marido de la abogada susodicha) probablemente tampoco lo son?
Chile se ha mexicanizado. Y de eso no cabe duda. Obviamente es imposible saber hasta dónde llega la corrupción, pero aquí va quedando claro que ya va muy lejos.
Y la cosa sigue. La fiscalía reveló ayer que recibió el lunes el audio de conversación, pero la jueza —insólitamente— le negó el primer allanamiento a la oficina de Hermosilla. Cuando ya se conocía todo, recién ahí lo permitió. Al momento de llegar, seguramente, encontraron una máquina de escribir, un par de guías telefónicas y uno que otro fax.
Es que los alcances de esta red de corrupción son insospechados. Insospechados porque la trama misma puede ser tan amplia como la cantidad de nombres que se escuchan en el audio. Pero insospechados también porque puede haber muchas otras redes parecidas operando.
Burdamente algunos salieron a tratar de hacer ganancias fáciles con el caso. Que esto es culpa del neoliberalismo (como si la corrupción no existiera en países socialdemócratas, comunistas, peronistas, musulmanes). Otros le sacaron el pasado comunista a Hermosilla, para demostrar que ahí está el problema. O que vota A favor, o que su hijo fundó Revolución Democrática. Y el Colegio de Abogados aprovechó de meter su caballo de batalla de la tuición ética de la profesión. Cada uno buscando agua para su molino de manera absurda.
Si hay alguien que pierde, una vez más, es la fe pública. Radicaliza la sensación de impunidad y de abuso. Y las acciones de los populistas y de los mesiánicos, que van a proponer la solución fácil en la próxima elección, vuelven a subir.
En su declaración, Luis Hermosilla da cuenta de estar ofendido. Dice que se ha vulnerado el “secreto profesional”. Absurdo. Porque cuando se está urdiendo un delito —como él mismo lo reconoce en el audio—, ha dejado de ser abogado y pasó a ser un delincuente. ¿O en los forajidos también hay secreto profesional?
“Hay que armar una caja. Necesitamos una caja, porque hay que chispearle a más huevones. Hay un huevón de la CMF al que le debemos plata también. Le debemos 10, 12… no sé. La Leo tiene los números anotados”, sería parte de la “asesoría legal” vulnerada por el secreto profesional.
El abogado Hermosilla tiene demasiados amigos y sabe demasiado de demasiada gente. Partiendo por el caso Convenios, siendo el abogado de Miguel Crispi. Y de ahí para abajo. De derecha e izquierda. Judíos y árabes. De allá y de acá. De un lado y del otro.
Cuando señala que “parece claro desde ya que hay en marcha una operación oscura, manejada en los subterráneos del poder, con alcances políticos y comunicacionales insospechados”, es tan inverosímil que solo se puede leer entrelíneas como una amenaza velada. Los alcances políticos y comunicacionales los maneja él, y más vale que se vayan con cuidado…
Nada de tranquilizadoras tampoco fueron las declaraciones del fiscal nacional. Tímidas y timoratas. Anunciando que será difícil conocer todo y que se requerirá mucho tiempo, no augura mucha tranquilidad. Sus atribuciones son amplias, y si empieza derrotado, va a terminar derrotado.
“Que el mundo fue y será una porquería” nos decía Enrique Santos Discépolo en su tango Cambalache. Y tiene razón. Acá no hay nada nuevo. Pero la intensidad y la extensión de la podredumbre parecen cada vez mayores.
Es cierto que las crisis son una oportunidad de limpiar. Así lo decía Hayek, al menos, respecto de las crisis económicas. Pero las oportunidades en Chile han sido demasiadas. Y estamos cada vez peor. Parece ser que, como bien dijo la abogada Leonarda Villalobos en el audio, definitivamente “este país se fue a la chucha”.