Justo, desde el 1 de noviembre, el Museo Paul Getty en Los Ángeles, EE.UU., exhibe por primera vez objetos del “Libro de los muertos”, de Egipto. Éste es un compendio de unas 200 jaculatorias o hechizos escritos entre el siglo XV y el siglo I antes de Cristo.
Algunos de estos escritos fueron reunidos por sir Thomas Phillipps, coleccionista inglés que, al fallecer en 1872, contaba con 60 mil documentos y 50 mil libros impresos. Sus herederos, de a lotes, remataron la colección.
A fines de la década de 1970, su repertorio de 19 antiguos fragmentos funerarios egipcios, parte de el “Libro de los muertos”, pasó a un librero neoyorquino, Hans P. Kraus, quien los donó al Museo J. Paul Getty, en 1983. Allí han permanecido, frágiles, en una bóveda.
La exposición muestra siete objetos, entre los que hay papiros, una escultura del dios Anubis, un trozo de sarcófago decorado con el hechizo 18 (una serie de invocaciones de Toth, para justificar al fallecido ante varios grupos de dioses). Y más. Se cierra el 29 de enero.
Las jaculatorias o hechizos son para que el difunto o difunta los recite. Así logrará concluir bien el tortuoso viaje de ultratumba hasta encontrarse con Osiris.
En la sección de Ciencia del New York Times, el periodista Franz Lidz recorre los siete objetos de la muestra. Cita a la egiptóloga de la Universidad de Berkeley, Rita Lucarelli, que invita a ver estos “especímenes importantes de una de las más famosas colecciones de textos egipcios del mundo”.
La relación de de este pueblo con la muerte era intensa. Su promedio de vida eran 35 años. El “Libro de los muertos” colecciona dichos como indicaciones, escritos en diversos medios —muros, interior y exterior de sarcófagos, papiros, vendas mortuorias, sudario— para que quien falleciere las aprovechara.
Cada hechizo tiene un propósito: el 33 paraliza serpientes aficionadas a los huesos podridos de gatos; el 44 evita que el muerto sea decapitado; el 51 impide que el cadáver se dé vuelta sobre sí, lo que lo haría consumir sus residuos.
Además, para evitar que gente inadecuada ingrese a los ámbitos sagrados, ilustraciones muestran monstruos y dioses (Anubis con su cabeza de cocodrilo).
Ante ellos, incluyendo a Osiris, entra el difunto en el Salón del juicio. Le extraen su corazón. Anubis compara en una balanza el peso del órgano con el de una pluma de la diosa de la verdad y la justicia, Maat. Si son iguales, el fallecido pasa al otro mundo, donde se une al dios Ra y juntos atraviesan el cielo en un bote solar.
¿Y si el muerto no pasa la prueba? Amit, el devorador, lo consumirá y lo destinará a una segunda y eterna muerte.
La persona victoriosa y Ra, al atardecer, en el occidente, se funden con Osiris, dios del inframundo, y se revisten con poderes regenerativos. Cerca del amanecer, Ra derrotará a la serpiente gigante, Apep, dueña del caos, y emergerá por oriente, “para completar el eterno ciclo de renovación y renacimiento”.