El martes pasado el Fondo Monetario Internacional (FMI) publicó su informe de otoño sobre las perspectivas económicas globales, conocido como WEO por sus siglas en inglés. En este informe se destaca la resiliencia que ha mostrado la economía global a lo largo del año. Esto se debe, en gran parte, a un mejor desempeño de lo proyectado de EE.UU., Japón y el Reino Unido, lo que ha compensado el peor desempeño de China y otros países. Como consecuencia, el FMI revisó al alza su pronóstico de crecimiento para la economía global el 2023, pasando del 2,8% proyectado en abril pasado a un 3,0%. Por otra parte, ajustó a la baja su proyección de crecimiento global para el 2024 de 3% a 2,9%. Así, la economía mundial completaría dos años consecutivos de bajo crecimiento.
En cuanto al estado actual de la economía global, EE.UU. mantiene un mercado laboral robusto y sigue creciendo, a pesar de las condiciones financieras más estrechas y la desaceleración mundial. Según distintas estimaciones, el crecimiento anualizado del tercer trimestre habría superado el 3% a tasa anual. Por otro lado, la zona euro se desacelera con fuerza, principalmente afectada por Alemania, que sufre los efectos del alza del precio de la energía y la desaceleración de China y global y, en menor medida, por la caída del crecimiento de Italia.
La recuperación económica de China, que ya avanzaba más lento de lo previsto, está perdiendo dinamismo tanto en el sector manufacturero como en el de servicios. A los desafíos que enfrenta China se suma que el importante desarrollador inmobiliario Country Garden no ha cumplido con un pago de deuda internacional esta semana y ha anunciado que es poco probable que cumpla con otras obligaciones de deuda en el extranjero. Ello amenaza con profundizar la crisis de los desarrolladores inmobiliarios chinos, afectar el precio de las propiedades, deteriorar aún más las expectativas de los consumidores y mantener el consumo deprimido.
En el frente inflacionario, las noticias son mixtas. Aunque la inflación ha descendido en la mayoría de los países, todavía se mantiene por encima de las metas de los bancos centrales. En EE.UU., en particular, la inflación de los últimos dos meses ha permanecido alta. Los bancos centrales están preocupados por la lenta baja de las inflaciones subyacentes. Por esta razón, se están preparando para mantener tasas de interés elevadas hasta que se observen señales claras de que la inflación se acerca a la meta. En esta línea, la Reserva Federal (Fed) optó por mantener la tasa en septiembre para darse tiempo a evaluar los efectos de las alzas anteriores en la demanda agregada, el empleo y la inflación. Las últimas cifras en este sentido no descartan la posibilidad de que la tasa deba subir nuevamente. Por otro lado, en la zona euro (ZE), donde la economía prácticamente se encuentra estancada, el Banco Central Europeo (BCE) podría estar llegando al final de su ciclo de alzas de tasas y mantendría la tasa elevada hasta que la inflación muestre un claro camino hacia la meta del 2%.
Entre los bancos centrales de los países avanzados, el Banco de Japón es el único que ha mantenido la tasa de política en -0,1%. Esta decisión, junto con las alzas de la tasa de la Fed y del BCE, ha resultado en una pronunciada depreciación del yen y ha contribuido a llevar la inflación por encima del 3% por primera vez en más de tres décadas. Hasta ahora, el Banco de Japón ha mostrado cierta tolerancia a este aumento de la inflación y a la depreciación del yen, pero podría cambiar en cualquier momento.
En cuanto a los mercados financieros, estos han estado afectados por la incertidumbre sobre la evolución de la inflación, el mercado laboral, la actividad y las tasas de política. Los principales cambios en los precios de activos en las últimas semanas han sido: (1) un alza en las tasas de interés de largo plazo, posiblemente debido a expectativas de que las tasas de política se mantendrán altas por más tiempo o a un cambio en la actitud de los inversionistas hacia el riesgo y la incertidumbre; (2) una caída en los precios de las acciones; (3) un aumento en la volatilidad de los precios de acciones y bonos; (4) una apreciación del dólar y (5) un alza de los credit default swaps (CDS) de los países emergentes.
La economía global enfrenta también importantes riesgos. Estos incluyen: (1) la posibilidad de que la inflación en EE.UU. o en la ZE se mantenga sobre la meta por más tiempo, lo que podría llevar a nuevas alzas de tasas o al mantenimiento de tasas altas por un tiempo prolongado, lo que podría generar episodios de inestabilidad financiera; (2) la desaceleración de China podría ser más pronunciada de lo proyectado, con efectos en el crecimiento mundial, los precios de productos primarios y su sector financiero; (3) la guerra de Rusia con Ucrania y los problemas entre Israel y el grupo Hamas podrían agravarse, y este último extenderse al resto del Medio Oriente, con efectos en el precio del petróleo, la inflación y la incertidumbre global; (4) los riesgos geopolíticos entre China y EE.UU. y las tensiones entre Rusia y Occidente podrían exacerbarse.
En este contexto de bajo crecimiento y numerosos riesgos en el ámbito internacional, Chile se encuentra mejor preparado en cuanto a condiciones macrofinancieras. Esto se debe, en parte, a los avances logrados en la recuperación de la estabilidad económica, incluyendo una inflación que ha ido bajando, aunque aún queda trabajo para que regrese a la meta y una reducción significativa en el déficit de cuenta. Sin embargo, Chile aún enfrenta mucha incertidumbre interna, especialmente en relación con el cierre del proceso constitucional, con una Constitución aceptable para la gran mayoría de los chilenos. No podemos darnos el lujo de dejar este tema pendiente, ya que esto aumentaría la incertidumbre y afectaría la capacidad del país para enfrentar los riesgos externos y abordar los principales desafíos del país, como la seguridad, la educación, la salud, la inmigración, las pensiones, lo que, a su vez, afectaría la inversión y el crecimiento de largo plazo.