Ha concluido la fase del Consejo Constitucional. En este, la mayoría republicana equivalía a ser gobierno en lo constitucional, con toda la responsabilidad de marcar el rumbo general, pero velando por el éxito del proceso, lo que requería de prudencia y sagacidad. Esto último no ha ocurrido. Hicieron valer su mayoría, pero sin poder explicar al electorado de qué manera cada artículo que aprobaron se vinculaba con la necesidad popular de seguridad y orden que postularon para lograr la elección de tal número de consejeros. Solo se movieron entre los partidos, sin generar el liderazgo popular que se requería.
Este vacío debilita el proceso general porque los vacíos se llenan rápido y de cualquier modo, lo que hace más incierto el resultado del plebiscito de diciembre e imprevisible el tiempo que lo seguirá. De partida, la izquierda no ha desperdiciado la ocasión de generar un “río revuelto” para arrinconar a los republicanos y a Chile Vamos, sobrevalorando tácticamente el anteproyecto de los “expertos”, que eludió tarea dejando abiertos todos los temas polémicos.
El principal factor que conspira contra el apruebo en diciembre y que agrava el vacío es la anomia ciudadana, principal herencia de los 30 años. En aquel lapso se mantuvo el marco general establecido por el gobierno militar, lineamiento en el que no creía el mundo político mayoritario de entonces. Esta contradicción implícita impidió generar una mística que conquistara al país con una visión de futuro. La política se quedó en un presentismo cada vez más acusado. Incluso los jóvenes que crearon el Frente Amplio se formaron mirando al pasado y negando el presente y el futuro.
Fue así como se fue eludiendo, en sus respectivos momentos, una suma de pequeños ajustes que, finalmente, terminaron configurando los grandes problemas de hoy: los que de verdad preocupan al país y reclaman solución. La falta de mística y los problemas que se arrastran distanciaron al electorado de la política.
Y ahora, los republicanos no han sabido conectar estos problemas con el texto constitucional, por lo que este aparece lejano de las urgencias de la gran mayoría. Para bien o para mal, este tema constituye, hoy por hoy, no solo un proceso indispensable frente a la incertidumbre general, sino, principalmente, necesario para alejarnos del remolino que nos puede succionar hacia el vacío amenazante. La incógnita de hoy es si la nueva etapa que comienza podrá encantar al país y alejarlo del abismo.