Esta semana se inician las eliminatorias para el Mundial 2026 y las expectativas generales son clasificar a la cita que se jugará en México, Canadá y Estados Unidos. Una Copa del Mundo es una instancia inigualable y ser parte de los invitados —que a partir e ahora congregará 48 selecciones— es un objetivo competitivo no solo deseable, sino que hasta obsesivo.
Pero hay que saber para qué se quiere llegar y tener conciencia de las posibilidades de lograrlo.
Antes de iniciar el camino ante Uruguay y Colombia, hay que reflexionar un par de cosas. Por de pronto, en qué lugar estamos hoy en el concierto sudamericano.
La referencia más directa —no la única— es que en el anterior proceso eliminatorio rumbo a Qatar 2022, Chile terminó en el séptimo lugar, a lejanos cinco puntos del quinto, Perú, que avanzó a la repesca.
Gracias a la nueva repartición de plazas, y conservando esa mediocre actuación, de cara al 2026 Chile podría pensar en llegar al Mundial porque el séptimo ahora será el que juegue el repechaje (que no es un trámite). O sea, se podría asumir que aun siendo un equipo débil, puede conseguir el objetivo.
Pero el fútbol no es, por suerte, matemática pura. Es más parecido al arte que a la ciencia. Por eso es una experiencia que no es válida ad eternum, sino que cambia, varía, se transforma según las circunstancias.
En términos competitivos, Chile no está en la élite sudamericana, sino que en el grupo de los que tienen el Mundial como una meta deseable, pero no obligatoria. Está en la medianía. Puede pelear la eliminatoria superando sus limitaciones, pero también puede hundirse y terminar arreando el lote.
Se puede clasificar. Y sería más un mérito que una ratificación. No una sorpresa de ribetes heroicos, pero contra las apuestas (ahora que están tan de moda).
Por eso es que al iniciar el camino que lleva al Mundial, hay que tener claridad de cómo se puede conseguir la meta.
Poner mínimos, pero también establecer techos. Por ejemplo, aspirar a ganar los partidos que se deben ganar y en los otros sumar puntos en la medida de lo posible.
Otra. Jugar bin, de acuerdo a los planes elaborados en cada circunstancia, y no de la forma en que se supone le gusta a la gente, “porque es la forma en que ganamos alguna vez”.
Las últimas. Utilizando jugadores en relación a sus actualidades físicas, futbolísticas y competitivas (no discriminando si son jóvenes, veteranos o históricos, o si están en Europa, Asia o en Chile). Siendo flexibles en lo táctico. Variados en lo estratégico. Pragmáticos en la propuesta.
No hay por qué pensar que Chile está obligado a ir al Mundial. Pero tampoco se puede señalar que la Roja está condenada a vivir en el sótano de Sudamérica.
Sí hay que saber dónde estamos. Cuáles son las fortalezas y las debilidades. Y de ahí empezar a jugar.