Aunque los entrenadores tengan la tendencia a autodefinirse como seguidores de una u otra propuesta estratégica, tal y como lo explicó en forma muy clara Gabriel Milito, DT de Argentinos Juniors, la estrategia de juego es una cuestión de tiempo y espacio.
Milito da en el clavo al decir que por mucho que un entrenador, por ejemplo, se defina como seguidor del fútbol de posesión y de toque, deberá variar si es que el equipo rival no le da la oportunidad de desplegar este juego.
Por ejemplo, si este lo presiona alto, por mucho que se quiera jugar en corto, tocando y tocando y teniendo harto tiempo la pelota, la lógica indica que es mejor hacer un juego directo, de pelotas largas, aprovechando el espacio que, teóricamente, dejarán los defensores rivales a sus espaldas. Por tanto, tanto el tiempo de control de la pelota como el espacio a utilizar para llegar al arco rival serán distintos y lejanos al fútbol de posesión.
Pero también este cambio de visión técnica puede tener otro motivo: que no se cuente con los jugadores para realizar un fútbol más elaborado y de conducción de pelota.
Esto puede explicar, en parte, el proceso que está viviendo Universidad Católica con Nicolás Núñez.
El exentrenador de Magallanes, quien reconoce que el foco conceptual de “Pep” Guardiola es la base de su propuesta futbolística, se encontró con un plantel cruzado donde no parece posible desplegar el fútbol de posesión. Fundamentalmente, porque carece de futbolistas para realizar este tipo de juego.
Vamos viendo.
Los defensores centrales cruzados (Ampuero, Burdisso, González, Kagelmacher y eventualmente Parot) no tienen cualidades de conducción de pelota. Todos ellos —cual más, cual menos— son zagueros que rompen, que tienden al saque largo, porque no se sienten seguros con la pelota. Les gusta deshacerse rápidamente de ella, obligando al juego más directo (o al simple pelotazo).
No es todo.
El volante defensivo Ignacio Saavedra no tiene talentos para iniciar jugadas y por lo tanto se desprende de la pelota generalmente con toques cortos y seguros, poco sorpresivos, ahogando la posibilidad de elaborar y encontrar los espacios que podría dejar el rival. Si a ello se suma que el colombiano Brayan Rovira derechamente es un volante que prefiere el pelotazo a la conducción, entonces se entiende por qué esta UC ha obligado al DT Núñez a los cambios de paradigma. No se juega en los tiempos y buscando los espacios que supone el fútbol de posesión.
Entonces, hoy la Católica, tal como quedó expuesto en los dos partidos ante Colo Colo por la Copa Chile y también frente a Palestino en el último partido del torneo nacional, sufre si el rival de turno lo sale a presionar, le quita protagonismo y lo obliga a jugar de una manera que su entrenador no siente.
¿Podrá Núñez de acá a fin de año lograr encontrar solidez en un equipo que no jugará como a él le gusta, con futbolistas diseñados con material ajeno al ADN del DT?
Es el desafío.