Barbie no es una película infantil. De hecho, para los más chicos debe ser una lata. Y es que el filme es una sátira compleja e incómoda. En la superficie toca feminismo, machismo, estereotipos, cultura del plástico y consumismo. En el fondo, nos habla de cómo la cruda realidad moldea la maduración de niñas y niños, y de hasta dónde la transmisión generacional de experiencias afecta ese proceso. Todo padre o madre debería verla con la cabeza abierta.
Las brechas por género en el mercado laboral en América Latina son grandes y estables. Las diferencias salariales a favor de los hombres pueden alcanzar máximos de 30% en países como Brasil y Perú. En ocupación y participación laboral, la situación es parecida. En Chile, por ejemplo, cerca del 70% de los hombres dice estar trabajando o buscando un empleo, comparado con el 52% entre las mujeres. No es sorpresa, entonces, que la pobreza entre los primeros sea 11% inferior que entre las segundas (Casen 2022).
Estas cifras chocan con los avances educacionales durante casi medio siglo y que redujeron las brechas por género en la región. En la actualidad, de cada 100 mujeres que se gradúan de educación media, solo 89 hombres alcanzan similar objetivo. En educación superior, el cambio es también marcado. Un reciente estudio de CAF indica que, entre los nacidos a comienzos de este siglo de padres sin educación superior, las mujeres casi doblan a los hombres en el acceso a la universidad. Uno anticiparía que tal logro en movilidad intergeneracional impacte al mercado del trabajo, pero seguimos a la espera.
En esto, la historia familiar que trae el latinoamericano pesa demasiado en el trabajo, particularmente entre las mujeres. Hombres de padres con al menos un año de educación superior tienen 7,4 puntos porcentuales (pp) más de participación laboral que aquellos con padres que solo alcanzaron la educación primaria. ¿Entre las mujeres? La brecha es muchísimo mayor: 17 pp (RED, 2022). Quizás sean factores culturales, sociales o económicos, pero esa es una pesada mochila.
Y hay más. El mismo estudio de CAF profundiza en el rol de la madre en el futuro de los hijos. Entre aquellas personas nacidas de mujeres que no terminaron la educación básica, ¿qué porcentaje alcanza el top 20% de la distribución de ingresos? Un 19,8% de los hombres de Bogotá, 28,9% entre los bonaerenses y 27,2% para santiaguinos. Entre las mujeres de esas mismas ciudades: un 10,9%, 9,5% y un triste 3,9%, respectivamente. Brechas por género que les ponen techo a los avances en materia educacional. Si el origen importa tanto, ¿se puede, en base al esfuerzo, hacer los sueños realidad entre las niñas?
¿Volvamos a Barbie? No voy a contar detalles. Solo anticipar que a los hombres les puede molestar, pues (con razón) nos deja como chaleco de mono. Pero también puede perturbar a las mujeres. ¿Cómo dar la pelea en una sociedad que, convengamos, no se las hace fácil? Ahora, para todos, ¿qué ejemplo somos para nuestros hijos e hijas? ¿Se reproducen los estereotipos? ¿Ayudamos a cerrar brechas? Piénselo viendo la película.