Pese a las generalizadas alzas de tasas para controlar las altas inflaciones pospandemia, el crecimiento de la economía global ha mostrado una notable resiliencia. El impulso ha venido del abandono de la política de covid cero en China, los mercados laborales sólidos y, en lo más reciente, una dinámica demanda de servicios presenciales. No obstante, en el segundo trimestre, el crecimiento ha perdido impulso, ya que en los países avanzados el sector manufacturero se ha contraído por la desaceleración de la demanda agregada y el cambio en la composición del consumo de bienes a servicios y los servicios han perdido dinamismo. Por su parte, China, tras abandonar su política de covid cero, experimentó un gran salto de la actividad en el primer trimestre y luego una fuerte y generalizada desaceleración durante el segundo. Tanto las exportaciones como las manufacturas de China y el resto de Asia se están viendo afectadas por la disminución de la demanda de bienes de los países avanzados y la moderación de la expansión de los servicios presenciales.
En cuanto a la inflación, si bien las tasas generales han estado disminuyendo, las tasas subyacentes han descendido más lento, lo que mantiene ocupados a los bancos centrales. Se espera que tanto la Reserva Federal (Fed) como el Banco Central Europeo (BCE) realicen una nueva subida de tasas este mes. En adelante, la política monetaria estará condicionada por el progreso de la reducción de la inflación general y de la inflación subyacente. Con la información actual es probable que, después de otra alza de un cuarto de punto porcentual este mes, estemos cerca del final del ciclo actual de alza de tasas de la Fed. Al BCE, en tanto, aún le quedan más alzas en los próximos meses.
Una buena noticia es que los mercados están más alineados con las señales de los bancos centrales. En efecto, reconocen que, dadas las altas inflaciones subyacentes, las tasas de interés aún tienen margen para seguir aumentando y que el inicio de los recortes tomará su tiempo. Las políticas monetarias restrictivas, tras un largo período de relajación monetaria, han generado signos de estrés financiero, que podrían agravarse por nuevas subidas de tasas y la desaceleración económica.
Chile ha avanzado en su proceso de ajuste para reducir los desequilibrios macroeconómicos derivados de políticas muy expansivas del período 2020-2021, que generaron un notable aumento de inflación y déficit de cuenta corriente. Las subidas de tasas por parte del Banco Central y la reducción del impulso fiscal han contribuido a mitigar las presiones inflacionarias y reducir ese déficit. Con todo, la inflación general anual a junio alcanzó 7,6% y la subyacente 9,1%, aún muy por encima de la meta de 3%.
Existen diversos factores que deberían contribuir a que la baja de la inflación continúe, como un mercado laboral asalariado más holgado, condiciones financieras más ajustadas y expectativas de inflación a dos años ancladas en 3%. Sin embargo, los aumentos de los salarios reales y la masa salarial real impulsarán el consumo, y la reciente depreciación del peso, la inflación de bienes. De continuar la disminución de la inflación subyacente, como proyecta el Banco Central en su último IPoM, se hace más factible su escenario central que requeriría el pronto inicio de reducción de la tasa de política monetaria para alcanzar una inflación de 3% en 24 meses.
Hay que evitar sacar lecturas apresuradas con un solo mes de inflación baja. Después de una reducción de la tasa de política monetaria, este mes, el Banco Central debería esperar a tener más evidencia que la inflación subyacente esté en un claro descenso, antes de introducir recortes de tasa de mayor magnitud.
Gracias al reconocimiento temprano de los desequilibrios macroeconómicos que se estaban desarrollando y que las autoridades monetarias y fiscales actuaron en consecuencia, se está avanzando en el proceso de regresar la inflación a su objetivo. El restablecimiento de los equilibrios macroeconómicos no genera crecimiento sostenido, pero sí lo facilita, al reducir la incertidumbre y mejorar la información que proveen los precios relativos. El crecimiento sostenido está limitado por la tasa de crecimiento potencial, es decir, la velocidad a la cual la economía puede crecer sin sobrecalentarse, la cual se estima en torno al 2% anual en Chile. Para lograr un crecimiento sostenido del 4% anual o superior, y así retomar el progreso del período 1985-2013 —con una drástica reducción de la pobreza, importante aumento del bienestar de la clase media y mejora significativa en el índice de desarrollo humano según Naciones Unidas—, es necesario enfocar las políticas públicas en iniciativas que impulsen el crecimiento potencial. Es fundamental para generar en forma sostenible los recursos para abordar deficiencias en salud, educación, vivienda, pensiones y seguridad que aún persisten en esta etapa de nuestro desarrollo. También se requiere mejorar significativamente la eficiencia en el uso de los recursos públicos y la calidad de los servicios prestados por el Estado.
El incremento en la tasa de crecimiento potencial dependerá de la capacidad del sistema político para avanzar en reformas que reduzcan las barreras a la inversión, agilicen procesos de aprobación y ejecución de los proyectos de inversión, y mejoren el capital humano. El deterioro en la calidad de la educación, la prolongada suspensión de clases y la interrupción de actividades de capacitación durante la pandemia han contribuido a aumentar el atraso en mejorar la calidad del capital humano. Tras la importante caída de la tasa de ahorro de 6,3 puntos porcentuales del PIB, entre 2013 y 2022, será necesario fomentar el ahorro para financiar aumentos de inversión sin incrementar significativamente el déficit en cuenta corriente.
Es fundamental que las reformas en discusión consideren los efectos en ahorro, inversión y crecimiento. Como bien lo dijo el presidente Lagos: “Sin crecimiento, el resto es música”.