Hoy en día la mayor parte de las economías tiene un problema de alta inflación que, pese a las políticas de ajuste, se ha estado reduciendo lentamente y todavía está muy lejos de la meta de los bancos centrales. La alta inflación tiene orígenes comunes, comenzando por los efectos de los programas de apoyo durante la pandemia, los cambios en la composición de la demanda desde servicios a bienes durante la pandemia, alzas pronunciadas de los costos de los fletes marítimos, y los problemas de suministro que afectaron la oferta de bienes justo cuando se había incrementado su demanda.
El problema del alza inicial de la inflación se transformó en uno más duradero por los errores de diagnóstico que llevaron a la mayoría de los bancos centrales de los países avanzados a considerar que el alza inicial de la inflación sería transitoria y, por lo tanto, no requería de una política monetaria restrictiva. Fue solo después del shock de precios de productos primarios y de alimentos, causado por la invasión rusa de Ucrania y los incrementos de los precios de los servicios presenciales, que siguió a los aumentos de la movilidad, que los bancos centrales comenzaron a preocuparse por la persistencia de las altas inflaciones.
Ante este escenario, la mayoría de los bancos centrales comenzaron a reaccionar con políticas monetarias restrictivas que, en algunos casos, se han complementado también con políticas fiscales restrictivas. La excepción han sido los países emergentes que, preocupados por un eventual desanclaje de las expectativas, comenzaron a reaccionar mucho antes que las economías avanzadas. En América Latina, este ha sido el caso de Brasil, Chile, Perú, Colombia y México.
Recientemente, algunos países desarrollados cuyos bancos centrales mantenían una tasa alta a la espera que la inflación subyacente comenzara a bajar, han decidido aumentar la tasa por la demora en la respuesta de la inflación. En algunos casos ha sido más dramático, como en el Reino Unido, que subió la tasa medio punto porcentual esta semana para enfrentar una inflación subyacente al alza. Por su parte, la Fed decidió mantener la tasa en su última reunión de política monetaria, para darse tiempo para evaluar los efectos de las alzas anteriores y de las tensiones del sector bancario. En su testimonio ante el Congreso de esta semana, su presidente destacó que: “Las presiones inflacionarias siguen siendo altas, y el proceso de volver a reducir la inflación al 2% tiene un largo camino por recorrer”. En sus proyecciones de junio de la trayectoria de tasas necesaria para que la inflación regrese al 2%, los consejeros de la Fed contemplan alzas adicionales de la tasa este año. Por otra parte, al Banco Central Europeo también le queda trabajo por delante. El mercado espera otras dos alzas de la tasa de un cuarto punto porcentual cada una. Una dificultad adicional de estos países es que durante el largo período de tasas bajas y relajo cuantitativo se incubaron importantes riesgos financieros. Estos riesgos podrían materializarse tras el endurecimiento de la política monetaria, lo que podría afectar las condiciones financieras globales y el crecimiento.
En Chile, la alta inflación también ha resultado más persistente de lo proyectado, sorprendiendo al Banco Central y a la mayoría de los analistas. De hecho, la inflación sin volátiles, su medida preferida de tendencia inflacionaria, recién bajó del 10% anual en mayo. Con todo, considerando el importante ajuste del gasto interno, especialmente del consumo privado y de la inversión, junto a la apreciación del tipo de cambio real, la caída de los costos de los fletes marítimos, la normalización de la cadena de suministros y el ajuste que está experimentando el mercado laboral, lo más probable es que la inflación siga bajando. Sin embargo, su caída puede seguir siendo muy lenta, obligando a mantener el nivel de actual de la tasa de política hasta que su tendencia a la baja esté más consolidada.
Ante este escenario, el Banco Central decidió mantener la tasa el lunes pasado, a la espera de que comience a consolidarse el proceso de baja de la inflación. El instituto emisor también comunicó que el proceso de bajas de la tasa de política está muy cerca, basado en proyecciones de que la inflación debiera comenzar a descender en los próximos meses y regresar al 3% el próximo año.
Sin embargo, existe el riesgo de que la persistencia de la alta inflación y la indexación de muchos precios haga que la baja de la inflación sea más lenta de lo proyectado. En su estimación de trayectoria de tasas más probables para alcanzar una inflación del 3% en su horizonte de política, el Banco Central considera los riesgos de una desaceleración más lenta de la economía y una inflación que puede bajar más lento o rápido de lo proyectado.
En suma, el problema del control de la inflación sigue pendiente en el mundo. Los bancos centrales siguen ocupados tratando de lograrlo. Alcanzar las metas de inflación va a requerir nuevas alzas de tasas en algunos países, lo que afectará el crecimiento y podría afectar la estabilidad financiera. Por su parte, el ajuste macroeconómico en Chile ha avanzado, reduciendo los desequilibrios que se generaron durante la pandemia, pero la inflación ha bajado muy lento. El Banco Central proyecta que la inflación estaría en un proceso de convergencia hacia el 3% anual en dos años. Sin embargo, este camino no está asegurado, considerando las altas tasas de inflación subyacente y lo lento que ha sido su descenso.