¿Es Novak Djokovic el mejor tenista de la historia? ¿Es Pep Guardiola el número uno como DT de fútbol de todos los tiempos?
Las dos son las interrogantes que los aficionados del deporte han formulado en las últimas horas tras el triunfo del serbio en Roland Garros y la victoria del entrenador catalán en la Champions League.
Ambas preguntas son discutibles, sin duda. Generan un debate abierto y eterno. Todo depende de los ángulos que se tomen para dar un veredicto, porque en esto hay que considerar desde las frías estadísticas hasta las emotivas apreciaciones personales.
La primera pregunta es mejor dejársela a los especialistas. A esa “familia del tenis” que semanalmente ve, analiza, saca los puntos del ranking en forma mental y concluye lo que hacen las grandes estrellas en el circuito. Ellos manejan más y mejores antecedentes que los que puede tener uno, que solo es un observador y aficionado (y para quienes Bjorn Borg nunca será superado).
En cuanto a lo del entrenador de fútbol, motiva hacer un par de apreciaciones. No para dar una sentencia ni para imponer una opinión. Solamente para poner en la mesa elementos para ser considerados.
Hay que partir la discusión por la pregunta más simple y compleja a la vez: ¿Qué hace a un entrenador mejor que a otro? No es solo un elemento. Hay que fijarse en tres, básicamente: cantidad de títulos o triunfos obtenidos, capacidad de imponer una forma o sistema de juego personal sea cual sea el nivel de plantel que dirige, y facilidad de adaptación a lo que propongan los rivales.
Guardiola tiene buena puntuación en todo, aunque más en unos aspectos que en otros.
Estadísticamente, su récord como DT es simplemente extraordinario: suma 35 títulos entre ligas, copas y competiciones de carácter nacional e internacional, entre ellas, tres Champions.
Nadie más en la historia tiene esos registros.
El catalán también ha sabido expresar en la cancha su filosofía de juego, marcada por la posesión y que tiene como grandes características la tenencia, la presión alta y la reinvención o revolución de algunos puestos y funciones. Ejemplos hay varios en su carrera como DT: el “falso 9” tipo Messi y Fàbregas; el “volante central pasador” al modo Busquets, o los cambios posicionales que impuso a Mascherano, Lahm, Kimmich o Silva, así lo indican. No obstante, hay que subrayar que lo de Guardiola no ha sido elaboración conceptual propia. Es una versión modernizada y potenciada de los idearios de Rinus Michels y Johan Cruyff, los faroles ideológicos de Guardiola.
Por último, cabe preguntarse si el DT de Manchester City tiene la capacidad de adaptación frente a propuestas adversarias. Aunque hay dogmatismo en su actuar, Guardiola ha enseñado que sabe modificar ciertos criterios. Le ha resultado a veces (como ante Real Madrid este año) y no ha sido acertado en otras (como en la final de la Champions 2021 ante Chelsea). Pero hubo una intención que demuestra que es más práctico de lo que aparenta.
¿Le alcanzó todo ello para ser el mejor de la historia?
Juegue. Nunca pararemos de hacernos esa pregunta.