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Editorial
Miércoles 24 de mayo de 2023
Reacciones y dilemas del Gobierno
Van transcurriendo las semanas luego de la elección, y no se observan reacciones claras de parte de las autoridades.
Los resultados electorales de las dos últimas votaciones despertaron en una vasta extensión de la población la esperanza de nuevos ánimos de acuerdo entre todos los sectores políticos. Esperaban, quizá, que esta vez fueran tomadas muy en cuenta sus prioridades, que, a no dudarlo, tienen más relación con la seguridad que con otros temas que han constituido los principales ejes del Gobierno. Pero van transcurriendo las semanas y no se observan reacciones claras de parte de las autoridades. Todo parece seguir un curso similar al que estaba trazado desde antes de que irrumpiera la voz de la gente, cuyo peso y significado nadie podría poner en entredicho.
En el Gobierno se sigue observando que hay dos posturas ante cada uno de los problemas que enfrenta el país, sin que ninguna de las dos logre imponerse sobre la otra. Aunque para la ministra del Interior ya no tenga validez la idea de las dos almas, puede apreciarse ante cada uno de los debates de importancia y también en los de menor significado. Entre estos últimos, por ejemplo, aún no hay una definición sobre si se debe invitar a la Democracia Cristiana a formar parte del Gobierno. El cambio que ello implique posiblemente no sería significativo, puesto que la DC, con sus 370 mil votos, no alcanza el 3 por ciento de los 12 millones 800 mil que fueron emitidos. En el caso de las isapres —un dilema de interés vital para muchos chilenos—, todos los analistas observan que hay dos posturas, una la de los exmiembros de la Concertación —ellos fueron quienes las regularon y contaron con ellas, como lo afirmó el expresidente Lagos— y la otra la de Apruebo Dignidad, que plantea su eliminación. El proyecto que han enviado es un fiel reflejo de la falta de definición, pues no resuelve el problema, pero permite que ambas almas queden con la ilusión de que han salvado sus ideas, pues según afirman unos las isapres no desaparecerán, pero dejarán de existir como las hemos conocido, según otros.
Las críticas, e incluso las autocríticas, no han faltado, pero nada de esto se traduce en que se ponga el acento suficiente en las dificultades de la vida diaria de las personas. Si bien es cierto que no siempre es fácil interpretar los resultados de una elección, esta vez con una votación tan contundente no parece haber dos interpretaciones: la gente está preocupada de ciertas cosas y el Gobierno pone énfasis en otras. No es difícil advertir, además, que la principal inquietud de la ciudadanía tiene que ver con la seguridad, pero en este campo el Gobierno es percibido como débil y poco creíble. Tras años de protestar contra la policía, además de encontrar algunos justos y adecuados los medios violentos usados en la calle, en lugar de reconocer sus errores y efectuar los cambios necesarios para ganar credibilidad en la gente, muchos de los dirigentes de Apruebo Dignidad insisten en mantener su programa de gobierno sin prestar atención a las preocupaciones del ciudadano común. De mantenerse en esa postura, podrán dar testimonio de sus ideas y continuar con ellas por largo tiempo, pero difícilmente alcanzarán a constituir una mayoría que los apoye. En el Socialismo Democrático, en cambio, se escucha cada vez más el término pragmatismo y la necesidad de responder a los afanes y sufrimientos de la gente.
La política suele oscilar entre dos polos: por una parte, están los que procuran mantenerse firmes en una idea e influir en las decisiones, pero sin grandes posibilidades de llegar a ser mayoría, y, por otra, los que buscan resolver problemas más o menos urgentes, para lo cual el diálogo y los pactos que armonicen a sectores crecientes logren sacar adelante soluciones apropiadas. Pocas veces se ha visto este dilema más claramente planteado que en el que vive el actual gobierno. Los partidos concertacionistas podrían dar lecciones de lo que fue construir una política de acuerdos entre sectores diversos. El Frente Amplio, por el contrario, bien podría ejemplificar la política de los principios intransables. Lamentablemente, la capacidad de gestión, ya disminuida en este último grupo, se ve aún más mermada por esta clase de debates.