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Domingo 21 de mayo de 2023
Gabriel Slazar y la traición
Señor Director:
El historiador Gabriel Salazar en su reciente columna en el nuevo cuerpo de “El Mercurio”, Chile: 1973-2023”, hace un relato sobre el contexto internacional al momento en que Salvador Allende “lanza su política de revolución social”.
En una laberíntica interpretación de los hechos, sostiene que el sacrificio de Allende (1973) se consumó por la traición brutal de los acuerdos de Bretton Woods (1944) provocado por el Consenso de Washington (1985). Se equivoca.
Lo primero, no hubo tal traición. Los Acuerdos de Bretton Woods partieron de tres grandes premisas: desarrollo, estabilidad financiera internacional y liberalización del comercio para dar respuesta a la reconstrucción económica después de la Segunda Guerra. La creación de organismos internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional tuvieron como propósito fomentar políticas económicas (y apoyar financieramente a los países), encaminadas a impulsar el crecimiento económico. Sin embargo, las naciones de América Latina, y Chile no fue la excepción, adoptaron políticas en sentido inverso. Se impuso el modelo desarrollista de la Cepal (neomarxista, en palabras de Salazar), lo que condujo a un largo período de estancamiento económico, inflación y pobreza.
El Consenso de Washington a mediados de los 80 fue una reacción a ese negativo escenario y, sin apartarse de Bretton Woods, puso hincapié en la disciplina fiscal, liberalización del comercio de bienes y capitales, desregulaciones y privatización.
Lo segundo, Salazar se corre una década. Allende asume en pleno apogeo de la tesis de Cepal de desarrollo “hacia adentro”. Ese era el contexto. Su fracaso tiene muchas causas, pero sin duda que la más llamativa fue una crisis económica autoinfligida y sin precedentes en la historia de Chile: destrucción del aparato productivo e hiperinflación. El Consenso de Washington surgió mucho después del gobierno de Allende y tuvo en Chile un exponente de las reformas económicas estructurales necesarias para crecer, las mismas que sentarían las bases para conciliar progreso económico y bienestar social con el retorno a la democracia.
Carlos Williamson
Clapes UC
El historiador Gabriel Salazar en su reciente columna en el nuevo cuerpo de “El Mercurio”, Chile: 1973-2023”, hace un relato sobre el contexto internacional al momento en que Salvador Allende “lanza su política de revolución social”.
En una laberíntica interpretación de los hechos, sostiene que el sacrificio de Allende (1973) se consumó por la traición brutal de los acuerdos de Bretton Woods (1944) provocado por el Consenso de Washington (1985). Se equivoca.
Lo primero, no hubo tal traición. Los Acuerdos de Bretton Woods partieron de tres grandes premisas: desarrollo, estabilidad financiera internacional y liberalización del comercio para dar respuesta a la reconstrucción económica después de la Segunda Guerra. La creación de organismos internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional tuvieron como propósito fomentar políticas económicas (y apoyar financieramente a los países), encaminadas a impulsar el crecimiento económico. Sin embargo, las naciones de América Latina, y Chile no fue la excepción, adoptaron políticas en sentido inverso. Se impuso el modelo desarrollista de la Cepal (neomarxista, en palabras de Salazar), lo que condujo a un largo período de estancamiento económico, inflación y pobreza.
El Consenso de Washington a mediados de los 80 fue una reacción a ese negativo escenario y, sin apartarse de Bretton Woods, puso hincapié en la disciplina fiscal, liberalización del comercio de bienes y capitales, desregulaciones y privatización.
Lo segundo, Salazar se corre una década. Allende asume en pleno apogeo de la tesis de Cepal de desarrollo “hacia adentro”. Ese era el contexto. Su fracaso tiene muchas causas, pero sin duda que la más llamativa fue una crisis económica autoinfligida y sin precedentes en la historia de Chile: destrucción del aparato productivo e hiperinflación. El Consenso de Washington surgió mucho después del gobierno de Allende y tuvo en Chile un exponente de las reformas económicas estructurales necesarias para crecer, las mismas que sentarían las bases para conciliar progreso económico y bienestar social con el retorno a la democracia.
Carlos Williamson
Clapes UC
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