eñor Director:

Ayer murió en Madrid, a los 91 años, como fue su deseo explícito, el escritor chileno-español Jorge Edwards Valdés. ¿Será esta aún otra “coincidencia significativa” (o sincronicidad) como las llamaba Carl Gustav Jung? Me refiero a que la muerte de Edwards coincida con la conmemoración de medio siglo del derrocamiento de Allende. Porque el inicio del gobierno de la Unidad Popular dio a Edwards Valdés ocasión de ser conocido a nivel mundial.

Fue enviado a Cuba por ese régimen en 1970. Su misión era preparar el restablecimiento de relaciones diplomáticas de Santiago con La Habana. Edwards Valdés conoció de primera mano la realidad de la isla, cuando ya estaba consolidado el régimen de “los barbudos”. Es decir, el que encabezaron el abogado transformado en guerrillero Fidel Castro Ruz, cubano de nacimiento e hijo de inmigrante español con cubana, y que fuera destacado alumno de los jesuitas, junto con Ernesto Guevara de la Serna, aristocrático médico argentino que murió luchando contra el ejército boliviano.

Edwards Valdés ofreció en el que, tal vez, sea su mejor libro, el relato autobiográfico “Persona non grata”, un diagnóstico del régimen castrista. Fue la primera llamada de atención a los progresistas que veían a la Revolución Cubana como la instauración del paraíso en la tierra. Un llamado que, por cierto, solo provocó rechazo entre tales personas.

Fue un escritor prolífico, es decir, muy trabajador. Junto al gran José Donoso Yáñez, fue la periferia chilena del llamado Boom Latinoamericano, amigo de Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. En 1988 participó en la franja del “No”, la opción que negaba a Pinochet continuar como Presidente de la República por ocho años.

Si bien el régimen militar civil que presidió Pinochet lo expulsó de la carrera diplomática, a la que ingresó luego de egresar de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, regresó en gloria y majestad como embajador en Francia durante la primera administración de Piñera. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura, integró el Instituto de Chile y recibió también el Premio Cervantes de literatura.

Como señaló reclamando contra la edición francesa de su libro más conocido, que añadió de manera inconsulta al título ya mencionado las palabras “a Cuba”, el escritor de verdad es una persona ingrata a regímenes autoritarios, ya sean de izquierda o de derecha.

Miguel Orellana Benado