Pues yo tampoco.

Pero eso no impide disfrutar de la lectura del libro “Alguna luz para este pueblo”, que podría ser la biografía de Colín, un pueblito a la salida de Talca. El subtítulo abarca más: “Un ensayo sobre el campo”.

Y es un magnífico ensayo que comienza buscando a los maulinos originales, los indígenas de esas tierras, las que poco a poco comienzan a ser paisaje. Parece increíble, pero el verso de Parra revela ya un progreso —creemos ser país y somos apenas paisaje—, pues en una época ni eso éramos. El libro de Pedro Gandolfo comienza antes del paisaje y va desentramando esta aparición, primero en la pintura, con Rugendas, y luego en la literatura, donde impresiona conocer la extensión del Maule entre tantos escritores, desde Mariano Latorre hasta José Donoso.

La organización social en el campo chileno, producto de la historia, la producción y la economía, es parte central de este ensayo, así como la forma en que cambian gradualmente las relaciones entre los distintos grupos que se fueron conformando en el tiempo. Pero nada está escrito con la arrogancia propia de la sociología o la economía, sino como suaves aproximaciones. Un capítulo sobre huachas, campesinas y mocosos da testimonio de su aire tentativo, que más invita a la reflexión que a convencer a nadie de sus planteamientos. Y los vaivenes de cada lugar del Maule —Constitución, Linares de Perales, el propio Colín— revelan a la juguetona diosa fortuna en todo su esplendor.

Es la valiosa mirada del patroncito, hijo de inmigrantes, y por tanto algo externa, pero a la vez con la comprensión íntima del que ha crecido en el campo chileno.