Señor Director:

Es indudable la importancia de instituciones locales para enfrentar un conjunto de temas necesarios de abordar para una mejor calidad de vida de los habitantes de ese territorio.

No puedo hacer un análisis en profundidad de las características y funciones de una municipalidad, pero existen desarrollos en algunas de esas instituciones que merecen dejar planteadas inquietudes, por los riesgos involucrados. Un caso que ejemplifica lo anterior es la adquisición de una clínica en Santiago.

Se conocen las virtudes y deficiencias de la estructura, funcionamiento y resultados de aquellas que han sido estudiadas. La gobernanza es muy precaria, con falta de contrapesos al alcalde. Los numerosos trámites y permisos municipales tienden, en buena parte de ellos, a una burocracia poco eficiente e incentivan conductas poco éticas o derechamente fuera de normas y leyes. La auditoría interna suele ser muy liviana.

Es comprensible el interés de los alcaldes, otras autoridades y la comunidad por resolver problemas muy agudos: así han aparecido, con directa gestión municipal y recursos públicos, viviendas para arriendo, farmacias, clínicas, medios de transporte, centros para todas las edades, festivales artísticos, etcétera.

Todas esas iniciativas son justificables, pero muestran fallas en los sistemas centrales y regionales de vivienda, salud, desarrollo social, y otros, junto a alcaldías muy desiguales en recursos y problemas. La popularidad de un proyecto y su aparición en los medios no es sinónimo de su relevancia: ¿qué porcentaje del déficit resuelve un edificio de departamentos; cuántos puede financiar ese municipio; cómo se financia el resultado de su operación?

En el debate constitucional y en las decisiones del Gobierno este tema debería ser considerado. Los recursos y la capacidad de control de las municipalidades son limitados, por lo que una mesa parece, aquí sí, justificada.

Es cierto que quien mucho abarca poco aprieta.

Hugo Lavados Montes
Profesor de Economía