El episodio del indulto a un grupo de presos del 18 de octubre ha llevado a muchos a pensar que este es simplemente un error más del Gobierno, muestra de su inexperiencia.
Discrepo de la opinión dominante. Este no es uno de esos errores a los que estamos acostumbrados. Más bien, es una jugada política, entendida esta actividad como una mera técnica del poder. ¿Que fue inoportuno el momento? ¿Acaso había alguno apropiado para hacerlo? ¿No era mejor, desde su perspectiva, aprovechar el caos reinante para pintarle una raya más al tigre?
Si esto es así, podríamos recordar una vieja pregunta aristotélica: ¿quién es mejor técnico, el que comete un error a sabiendas o quien lo hace sin querer? Obviamente domina más la técnica aquel que se equivoca queriendo: un error buscado indica más talento que uno inadvertido.
No pensemos, entonces, que se trata de uno de los errores típicos del Gobierno. El Presidente Boric dijo al día siguiente de su indulto que era “una decisión muy meditada” y que “estos son jóvenes que no son delincuentes”. ¿Qué razón tenemos para no tomarnos en serio sus palabras, cerrar los ojos y olvidar que obedecen a una convicción muy profunda, ya expresada en su campaña? ¿Hay lugar para pensar, aunque sea por un minuto, que la lista de indultados fue el fruto de una suerte de tómbola?
Si se tratara de un error común y corriente, entonces bastaría con corregirlo. La ministra Vallejo nos dice que si el Presidente Boric hubiese tenido todos los antecedentes a la vista la situación habría sido distinta. Pero al mismo tiempo agrega que la decisión es irrevocable. ¿Es realmente así? No faltan los estudiosos que dicen que podría hacerse algo. Al menos cabría haber intentado una mínima enmienda. Aunque después no resultara, despertaría en la ciudadanía la idea de que están arrepentidos. Obviamente ella alude a una irrevocabilidad política, no jurídica. En suma, no están dispuestos a cambiar.
Como se ve, el fondo de la cuestión no constituye una de sus equivocaciones habituales, sino una jugada astuta. En efecto, todos quedamos hablando cándidamente del error, de la inexperiencia y de cosas por el estilo, mientras que el asunto queda zanjado: precisamente lo que le interesa a la coalición frenteamplista/PC del Gobierno.
Con este acto se cumplió un objetivo largamente anhelado por ese sector y, por la misma razón, se consolidó la fidelidad de sus bases de apoyo más cercanas en un momento difícil para el Gobierno.
El revuelo que vemos es, en definitiva, un costo necesario comparado con el hecho de que se ha cumplido un anhelo muy profundo de ese mundo, un “imperativo ético”, según nos informa un comunicado del PC. A falta de otros éxitos, el Gobierno ya ha cumplido una de sus promesas de campaña. Los indultos, entonces, bien valen unas quejas, aunque sean del Socialismo Democrático, que una vez más ha sido pisoteado por sus socios.
No faltaron distractores, que ayudaron a difundir la tesis de que esto era un simple error. Para eso se recurrió a una receta muy antigua: cortar cabezas. Primero cayó la de la ministra Ríos, que en realidad ya estaba agonizando desde hacía tiempo. Como no fue suficiente, era necesario otro sacrificio, esta vez del jefe de gabinete del Presidente Boric. Este debe haberles causado más dolor; sin embargo, ¿hay algo más honroso para un frenteamplista que dar la vida por esta causa?
También hubo algunos distractores menores. Así, a la hora de darnos otras justificaciones para la medida, se la equiparó con los indultos del gobierno anterior, como si fuera exactamente lo mismo indultar a personas con alzhéimer o que están más muertas que vivas, que hacerlo con gente perfectamente sana cuyos delitos han sido acreditados por la justicia.
Más allá de las diversas desprolijidades que acompañaron este episodio, ¿cómo puede decirse que el fondo de toda esta cuestión es la inexperiencia? Una cosa es que nos desagrade mucho lo que ha hecho esta parte del Gobierno, pero otra muy distinta es pensar que estamos en presencia de una suerte de pajaronería política, como en casos anteriores.
El acto del indulto guarda una perfecta continuidad con la actitud de todo el frenteamplismo/PC ante la violencia y los diversos delitos que tuvieron lugar en los sucesos del 18 de octubre, como también calza con su actitud ante los resultados del plebiscito. Este no es un Gobierno cualquiera, sino uno que sigue una lógica política muy determinada, que lo lleva a mirar la realidad de un modo muy diferente al común de los mortales. Bien lo advirtió Felipe Harboe: si no cabe cuestionar la culpabilidad de los indultados, entonces eso significa que el Presidente Boric considera que los delitos cometidos no son graves. Eso, por supuesto, es muy serio, ya que no estamos aquí ante una decisión basada en razones humanitarias, sino en las categorías intelectuales y la visión romántica que ellos tienen de la violencia de octubre.
Todo esto nos lleva de nuevo a concluir que se trata de un error deliberado, que no constituye una señal de inexperiencia, sino que muestra que el Gobierno, más allá de los otros errores que ha cometido y de las fallas en que incurrió en este mismo caso, también ha adquirido cierta experiencia, aunque no precisamente de la buena. Como diría el Chavo del 8, “fue sin querer queriendo”.