Me reuní con alumnos a quienes enseñé por Zoom. Genial conocerlos en persona.
Hermann, de Porvenir, participó por pantalla, como otros de Concepción. Fue mi primera experiencia.
Hay universidades que ya ofrecen docencia en el “metaverso”, ese espacio virtual donde alumnos y docentes circulan por escenarios prediseñados, o armados ahí mismo; donde juegan; nace un nuevo aprendizaje.
En mis clases no me metí en eso, necesito saber más.
Además, se requiere el cara a cara, en algunos casos. Sé que, a mis nietos menores, tendría que enseñarles en forma presencial. Quieren ver que los escucho. Buscan el diálogo divertido. (Y, si estuviera enseñando sicología, técnicas de entrevista, kinesiología…, también necesitaría contacto).
“Ya quedó atrás la enseñanza por Zoom de antaño”, me dice Sergio Mena, rector de la Universidad Gabriela Mistral, que adopta nuevas estrategias de educación. Alaba su flexibilidad.
Pienso en Pedro Hepp, el ingeniero que, desde Temuco, en los 80, instaló “La plaza” para los primeros laboratorios educativos. Y en Alfonso Gómez, que diseñó software educativo con el que tanto jugué con mis hijos. Y en Florencio Utreras, que urde aún las redes entre computadores con que unió Chile con Latinoamérica y el mundo. Cuarenta años nos contemplan.
Fernando Prieto, ingeniero, de “Pixarron”, exmandamás de Oracle para América Latina y el Caribe, aboga por la tecnología en la educación. Acaba de publicar un grito llamando a no seguir haciendo diagnósticos ni proyectos piloto, ya basta. Llama a recurrir de una vez por todas a la oferta de tecnología educativa para resolver los vacíos de multitudes. (
https://bit.ly/3i0LFFK). Es simple y rotundo.
Y el doctorado en Harvard, el economista Juan Braun Llona, publicó en la página A2 el miércoles: “Emergencia educacional”. Ahí, como Prieto, retrata la urgencia de educar a millones de chilenos que no tienen las habilidades mínimas en lenguaje y matemática. Propone recurrir a software “por su capacidad de individualización, masividad, medición y bajo costo”. Calcula que con mil millones de dólares podríamos dar tutoría a dos millones de estudiantes. Sumar a esa gente entre 18 y 40 años que no terminó la secundaria.
Por su parte, Prieto lleva 12 años en un programa de educación personalizada, enfocado en nivelación, que ha beneficiado a 2,5 millones en cuatro países.
Casi nueve de cada 10 adultos chilenos no pueden desempeñarse adecuadamente en el trabajo ni están en condiciones de aprender, escribe Prieto. Y apunta a la falta de competencias básicas como la principal causa de deserción en la Universidad.
No se necesita una generación, escribe. “Hoy, en pocas semanas, se logra nivelar significativamente las brechas”.
“Con una app de estudios personalizada, se logra rescatar a cada persona desde los aprendizajes que efectivamente maneja, permitiéndole estudiar a su ritmo, cuando quiera y donde quiera. Recuperarlos es vital para su futuro y para Chile”.
Están los recursos, calculan Braun y Prieto.