Interesante la columna de la ministra Jara de fecha 21 de diciembre en estas mismas páginas. Si bien comienza refiriéndose a la crisis que atraviesa el sistema de pensiones, su objetivo de fondo es criticar dicho sistema por reproducir y reforzar la inequidad de género que sufren las mujeres. Es decir, reconoce que el sistema previsional no es el causante de dichas inequidades, pero sí sería culpable de reflejar fallas o inequidades existentes en el mercado laboral.
La ministra justifica su insatisfacción con cifras: en promedio, las pensiones de vejez y vejez anticipada pagadas a las mujeres serían 35,8% inferiores a las de los hombres. Coincidamos en que es dramático. Pero ella misma adelanta la explicación: el promedio de remuneración imponible para los hombres sería 12,1% superior al de las mujeres. No es novedad que en el actual mercado del trabajo los hombres acceden a mejores sueldos que las mujeres, lo cual unido a que estas se retiran antes del mercado laboral (recordar que la edad legal de jubilación en el caso de las mujeres es cinco años menos que la de los hombres) explica gran parte de la diferencia en las pensiones entre ambos sexos. El problema, entonces, está en la otra subsecretaría de la ministra.
Adicionalmente, en atención a que dos tercios de las personas que hicieron retiros de sus cuentas previsionales y que agotaron su saldo, fueron mujeres, las pensiones futuras de estas también se verán afectadas en mayor proporción. De esto tampoco cabe culpar al sistema previsional, sino a quienes voluntariamente hicieron uso de la opción de retiro y a los políticos que lo permitieron.
Como afirma la OIT, el objetivo de un sistema de pensiones es proveer buenas tasas de reemplazo. Sin embargo, el proyecto apunta más allá. En palabras de la propia ministra, “la reforma busca hacerse cargo de las desigualdades indirectas que enfrentan fundamentalmente las mujeres en el mercado laboral”. Un ejemplo de esto es la idea de compensar a las mujeres por tener una vida más larga y por lo tanto obtener menores pensiones que los hombres. Es posible que para la buena convivencia en una sociedad sea razonable que los hombres, que viven menos, subsidien las pensiones de las mujeres, que gozan de mayores expectativas de vida. Es de caballeros, pero de ningún modo puede entenderse que se estaría así removiendo una injusticia, por cuanto vivir más años no puede entenderse como tal.
Con el objetivo de compensar los costos laborales que siguen al parto o a la adopción de un hijo, el proyecto establece el registro de 24 cotizaciones por cada hijo nacido vivo o adoptado, beneficio que se entregará en una renta vitalicia a partir de los 65 años. En principio esto suena muy bien, por cuanto existe consenso en que una sociedad civilizada debe proteger la maternidad; sin embargo, rasca donde no pica. La pregunta obvia es de qué sirve a una mujer en condiciones de carencia que al momento de tener un hijo se le anoten cotizaciones en una cuenta nocional, cuando lo que verdaderamente necesita en forma urgente es ayuda en la circunstancia presente y no en 30 o 40 años más.
Del mismo modo, anotar cotizaciones en la cuenta de una persona que realiza trabajos de cuidado no remunerados tampoco soluciona el problema de fondo. Lo que requiere la persona que realiza tales cuidados es contar con ingresos para su subsistencia en el presente y no en el futuro. Ambos problemas son de tal importancia que no merecen ser tratados con una mirada tan, pero tan de futuro.
En resumen, el vilipendiado sistema previsional parece ser el remedio universal. Si se necesita mejorar la distribución del ingreso, apoyar a la maternidad, mejorar los gobiernos corporativos, mitigar los efectos de la pandemia, eliminar discriminaciones en el mercado laboral, crear un sistema de cuidados, etcétera, ahí está el sistema previsional. Siempre es más fácil sacar las castañas con la mano del gato que ir a la raíz de los problemas. En algún minuto debemos sentarnos a conversar seriamente la forma en que como sociedad vamos a hacernos cargo de todas aquellas situaciones como las aquí mencionadas que estimamos no deseables.
Es algo de lo cual somos responsables todos los chilenos y no solo los pensionados, por lo cual lo lógico sería efectuarlo con cargo a fondos generales de la nación, pero lamentablemente, como reconoció un exministro de Hacienda, “esa plata ya la gastamos”.
Joaquín Cortez
Director de AFP Habitat Perú y expresidente de AFP Provida