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Cartas
Miércoles 14 de diciembre de 2022
“Ión” y el derecho a ser escuchado
Señor Director:
En su último período en el Collège de France, Michel Foucault dedicó sus clases al concepto griego de parreshia (“hablar veraz”) y, en ese contexto, tomó una de las tragedias de Eurípides, “Ión”, para enfocarse en las frustraciones del protagonista por no tener acceso a las ventajas de un grupo de privilegiados entre los privilegiados, pese a ser hijo de rey. Para el intelectual, lo que Ión describe a su padre adoptivo, Juto, es que por razones vinculadas a sus ancestros, hay diferentes clases de ciudadanos, y en la Asamblea, todos pueden votar pero solo algunos “pueden hablar”, poniendo énfasis en el derecho a ser escuchado y, sobre todo, a persuadir.
Esto nos invita a pensar en cómo la continuidad del proceso constituyente chileno ha estado cruzada por la misma paradoja: todos somos ciudadanos, pero unos tienen más derecho que otros a hablar, a ser oídos e influir. La deliberación constituyente, entendida como un espacio de discusión entre iguales, quedó desplazada por condiciones que constriñen el proceso, puestas por aquellos más ciudadanos que el resto. Hay temas vetados, otros ya zanjados y una propuesta de diseño que concentra el poder constituyente en algunas fuerzas políticas y el Congreso (con miembros electos o designados), sin importar que sean estas las instituciones con más baja confianza ciudadana.
Es importante reflexionar si lo que queremos es salir rápido del “problema constitucional” o abordar la crisis social e institucional que dio inicio al momento constituyente. Hay una alta posibilidad de que esas crisis no inicien su proceso de reversión por un nuevo acuerdo cupular que siga marcando distancia entre las élites y el resto de la sociedad; por una pantomima de proceso constituyente que en vez de abrir la deliberación, la quiera controlar; buscando legitimación a través de un voto coyuntural para discusiones resueltas.
Hace milenios, una tragedia mostró que cuando todos pueden votar, lo que distingue a los comunes de los privilegiados es tener el derecho a hablar, a ser oído y a persuadir. Y así como en “Ión”, esa diferencia seguirá siendo materia de frustración para una sociedad que reclama ser escuchada con igual respeto y consideración.
Lucía López
Periodista