Señor Director:

Trabajo hace siete años en un colegio emblemático de Puente Alto con más de 3.000 alumnos. Generaciones que han pasado por sus aulas en sus más de 87 años de existencia se identifican con su sello educativo. Durante los meses de admisión, recibimos a través de las redes sociales cientos de mensajes de madres y padres afligidos por tener que dejar al azar el futuro educativo de sus hijos y luego —lamentablemente muchas veces— angustiados por no tener vacantes, siendo muchos de ellos exalumnos que desean que sus hijos reciban la educación en el mismo colegio en que estuvieron ellos, sus padres y abuelos.

¿Qué responder a esos cientos de padres que lloran, angustiados, que suplican por una oportunidad? A nivel nacional, son miles las familias que están en esta situación debido al actual sistema de admisión conocido como “tómbola”. ¿Cuándo las autoridades revisarán el sistema? ¿Podrán reconocer que en lugar de lograr más equidad, genera dolor, impotencia e impide que las comunidades escolares acojan a familias que comparten su proyecto educativo?

Si en las prioridades de postulación del actual sistema se agregara —además de a los hermanos de estudiantes e hijos de funcionarios—, el ser hijo o familiar directo de un exalumno, la comunidad familiar-educativa de los colegios podría contar con más familias que promueven y velan por los sellos que tiene el establecimiento. Y, lo más importante, se favorecería a cientos de familias que compartiendo el sello de la comunidad a la que postulan, ven sus sueños rotos por una tómbola. Sí: los padres son los primeros educadores de sus hijos, pero no pueden escoger dónde educarlos. Pido a las autoridades reflexionar al respecto.

María Josefina Covarrubias Lecaros