El Presidente Boric inauguró el monumento al expresidente Aylwin llenándolo de elogios. El mismo que se opuso férreamente a Salvador Allende. El mismo que apoyó decididamente el golpe de Estado. El mismo que encarna la esencia de los denostados 30 años. El autor de aquella frase de “la medida de lo posible”.
Ahí estaba el Presidente Boric encarnando el acto republicano.
En buena hora.
Pero es imposible entender su discurso, que lo enarbola como una especie de guía espiritual, después de lo que ha sido su propia trayectoria. Dicho en simple: “Las Cariola, los Jackson, las Vallejos y los Boric” (parafraseando al propio presidente) surgieron a la vida política como reacción a lo que encarna Aylwin.
Y así lo hicieron hasta hace pocos meses. Hasta antes de ayer.
¿No había alternativa para inaugurar el monumento?
Paradójicamente, al propio Aylwin le tocó como presidente realizar el funeral de Estado de Salvador Allende. Y el tono fue muy distinto: “Fui decidido opositor y si se dieran las circunstancias, volvería a ser decidido opositor”, dijo categóricamente. No buscó enarbolar a Salvador Allende en una guía ni un ejemplo, sino que simplemente cumplió con un rito republicano y con presentarlo a la historia como merece un expresidente. Punto.
Tal vez lo visto el jueves en la Plaza de la Constitución explica buena parte de lo que está ocurriendo actualmente.
Es un hecho: el Gobierno de hoy no tiene nada que ver con el Gobierno de marzo. No solo se ha esfumado su popularidad, sino que se ha evaporado su radicalidad. La moderación, que estaba circunscrita inicialmente casi exclusivamente a Mario Marcel, hoy se ha trasladado al Ministerio del Interior, a la Segpres y —lo más importante— al propio Presidente Boric.
Hoy, en el discurso y en las acciones, es otro Boric. Ya no quiere refundar Carabineros, ahora acepta el TPP11, los estados de excepción no eran la criminalización del pueblo mapuche, ahora la inmigración hay que controlarla, existe terrorismo en La Araucanía, los retiros son nocivos para la economía y un larguísimo etcétera.
Un cambio radical en menos de un año. Tan sorpresivo como si hubiera ganado José Antonio Kast y estuviera impulsando el aborto libre, la agenda de género y elogiando a la Unidad Popular.
Algo no cuadra. Alguna partitura fue cambiada. Alguna cinta se puso para el otro lado.
Y la respuesta está en los duros hechos. “Yo conozco al pueblo: cambia en un día”, dijo alguna vez Voltaire. Y no hay nada más cierto. Así lo muestra la historia una y otra vez.
Y vaya que cambió en Chile. Casi en un día.
¿Se moderó el Gobierno?
No. Lo que se moderó es el país.
El discurso de marzo hoy se hace insostenible en el Chile actual. Y el discurso del jueves en la Plaza de la Ciudadanía, en marzo era insostenible.
Pero en política ficción vale la pena preguntarse cuál sería la actuación del Gobierno si hubiera ganado el Apruebo. ¿Moderada? Probablemente no. Probablemente sería refundacional.
Hoy la moderación ha sido impuesta por los hechos. Y en buena hora. La moderación no es sexy. No lo ha sido nunca. Pero resaltarla resulta esencial para evitar que fenómenos políticos como la polarización terminen siendo las expresiones dominantes.
Pese a todo hay que ser justos: Gabriel Boric siempre ha tenido dos almas: una moderada y una refundacional. De ambas ha dado prueba. Es tal vez la muestra más palpable de una condición que todos los seres humanos tenemos. Estamos llenos de contradicciones. Nos gusta comer mucho, pero ser flacos. Levantarnos tarde, pero ganar dinero.
Boric, como casi todos, también está lleno de contradicciones. Pero esa alma de Boric de moderación no está presente en gran parte de Apruebo Dignidad, cuya alma solitaria es revolucionaria.
Pero la pregunta de fondo es cuán creíble es la moderación del actual del Gobierno. ¿Cuánto durará? ¿Es simplemente un fenómeno para ganar tiempo y sortear el temporal? Y si eso no es así, ¿en qué momento aparecerán los autoflagelantes del oficialismo?
Mal que mal, como vamos, este se transformará en el segundo gobierno de la Nueva Mayoría. Y es imposible no olvidar que la Nueva Mayoría es parte de los 30 años. Es parte de la medida de lo posible. Es parte de lo que esta generación había venido a dejar atrás.