El escándalo de la quiebra de FTX —la plataforma dedicada a la compra y venta de criptomonedas— representa un gran reto para el desarrollo de las monedas digitales. Las razones, sin embargo, no son las obvias.
La comparación del negocio de FTX con el de una bolsa tradicional es un buen punto de partida. Si usted quiere comprar una acción, llamará a una corredora que le cobrará una comisión y ejecutará la orden en una bolsa. El título de propiedad quedará a su nombre, y usted podrá decidir si lo guarda en su oficina o, como casi siempre ocurre, en la custodia que ofrece la misma corredora. En lo fundamental, la transacción se hace a través de una entidad centralizada, el traspaso de los títulos y los fondos es simultáneo, y existe un mecanismo para resguardar la propiedad del activo adquirido.
La quintaesencia de las criptomonedas es la opuesta. Estas nacieron buscando evitar un ente centralizado a través del cual intercambiar, y descansan en un sistema donde miles de participantes, en cualquier parte del mundo, validan la transacción y registran la propiedad del nuevo activo a nombre del comprador.
El negocio de FTX es, en lo fundamental, una violación de este principio. Las transacciones de bitcoin a través de la plataforma no generan un registro validado por millones de computines en el mundo, sino un simple “vale por”, registrado por la plataforma a su propio nombre, y que a su vez los usaba para financiar otros negocios, algunos legítimos y otros no tanto. En la práctica, las billeteras virtuales de bitcoin dieron paso a cuentas en FTX que financiaban otras actividades. La caída en el precio de las criptomonedas hizo que muchos inversionistas acudieran a FTX para vender sus bitcoins. ¿Qué encontraron? Un gran dolor de cabeza.
Lo verdaderamente llamativo de este caso no es la existencia de una estafa, riesgo que también existe —aunque en mucho menor medida— en plataformas o corredoras reguladas. Lo verdaderamente paradójico es que los crypto-lovers hayan adquirido simples derechos a criptomonedas, y hayan permitido a FTX usarlos para otros negocios, en abierta violación a los sagrados mecanismos de encriptación que harían de este sistema algo imbatible. De acuerdo con información de prensa, el 90% de las transacciones de bitcoins en 2021 fue a través de plataformas.
Pero el sistema es caro y engorroso a medida que crece, problema que FTX buscaba aminorar. Pero los costos terminaron siendo gigantescos, y la estafa, de película. “Nunca vi nada igual”, dijo el liquidador de FTX. Habiendo sido también liquidador de Enron —el mayor escándalo financiero hasta ahora— no es poco decir. Más temprano que tarde, el negocio llegará al alero de la regulación tradicional.