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Editorial
Jueves 27 de octubre de 2022
Educación: una agenda intrascendente
¿Cuáles son las acciones bien pensadas que permitan recuperar los aprendizajes de los niños más vulnerables, luego de la catástrofe que significó la pandemia?
Hace pocos días se conocieron en Estados Unidos los resultados de la Evaluación Nacional de Progreso Educacional para los cuartos y octavos grados, realizada entre enero y marzo del presente año. Son devastadores. Los declives en matemáticas —especialmente en octavo grado— fueron los más significativos por lejos desde que se aplica esta medición, a comienzos de la década de 1990. En lectura, los resultados fueron algo menos negativos, pero igual hubo una declinación evidente. Antes, a principios de septiembre, se habían conocido resultados para niños de 9 años. Estos eran aún más preocupantes: representaban un retroceso de 20 años respecto de una tendencia que en ese período había ido al alza. El cierre de escuelas y el pobre reemplazo que significó, en el nivel escolar, la educación en línea, estuvieron a la base de esta pérdida en aprendizajes. Esta es relativamente generalizada, aunque más pronunciada en niños vulnerables. Por cierto, ese cierre fue muy distinto entre estados: menos prolongado, por ejemplo, en Texas, y más en California. Pero en todos los estados el cierre de escuelas fue por períodos más breves que en Chile.
En efecto, según el Panorama Mundial de la Educación de la OCDE, nuestro país ocupa el lamentable liderazgo de ser el que, entre los integrantes de esa organización, mantuvo las escuelas cerradas por más días: 259. Colombia, por ejemplo, las tuvo cerradas por solo 152. Y en Alemania y los Países Bajos las escuelas se cerraron por 85 y 53 días, respectivamente. Aun así, los estudios realizados en estos dos últimos países muestran también un importante rezago en los aprendizajes: el equivalente aproximado a medio año académico, y con mucho mayor impacto en los niños y jóvenes de los hogares de menores ingresos. En Chile no hay estudios específicos al respecto, pero uno hecho en educación inicial hacia fines de 2020 por la Fundación Educacional Choshuenco y la Universidad Católica sugiere que la pérdida en desarrollo cognitivo de los infantes fue similar al que hubiese ocurrido si sus madres hubiesen perdido cinco años de escolaridad. Por cierto, ese estudio no captura la pérdida adicional de clases que significaron los cierres de 2021. Así, todo indica que los efectos negativos en aprendizaje y desarrollo de habilidades deben haber sido de gran magnitud en Chile durante todo ese período.
Superar esta situación, que constituye una verdadera catástrofe para el país, requiere estrategias cuidadosamente diseñadas e inversiones relevantes. Sin embargo, quizás porque no hay estudios muy acabados, no parece haber conciencia del desafío que esta realidad significa. El gobierno federal en Estados Unidos ha invertido del orden de 123 mil millones de dólares, esto es, 2 mil 400 dólares por niño y joven para superar esta situación. Una cifra cercana, aunque de manera muy heterogénea, estarían también invirtiendo los distintos estados de ese país. Asimismo, en naciones europeas, los gobiernos están destinando fuertes recursos a esta tarea. Por cierto, las distintas iniciativas distan de ser perfectas, pero hay mucho interés en medir su impacto y perfeccionarlas en el camino.
En Chile, la agenda del Ministerio de Educación en este campo se compone de algunas iniciativas aisladas sin la urgencia debida. De hecho, la agenda pública de la cartera ha estado marcada más bien por otros asuntos. Al principio, se habló mucho, por ejemplo, de la condonación del CAE, que carecía de todo sentido estratégico. Por la situación económica —algo que por lo demás era esperable—, se ha ido diluyendo en el tiempo. Mientras, se aprueba en el Congreso una iniciativa de dudosa conveniencia, como es la nueva suspensión de la obligatoriedad de la evaluación docente. En este panorama, además, se debilita a los liceos Bicentenario, argumentando que la inclusión debe dominar la agenda educativa, pero ¿dónde están esas políticas bien diseñadas que recuperen para el sistema escolar a todos aquellos niños y jóvenes que lo abandonaron durante la pandemia? ¿Cuáles son las acciones bien pensadas que permitan recuperar los aprendizajes de los niños más vulnerables y los acompañen para que no sean futuros desertores? Estamos frente a una agenda educativa que no se ha hecho cargo de la realidad educacional que está viviendo el país y que es mucho más improvisada que la que cabría esperar después de 230 días de gobierno.