La petición formulada por un subsecretario comunista a las ramas de la Defensa Nacional, para que informen sobre las tareas educativas en sus escuelas institucionales, reviste la máxima gravedad.

Quienes aún no han ponderado suficientemente la amenaza que ese requerimiento implica, deben recordar dos cosas fundamentales.

En primer lugar, que desde Lenin el marxismo siempre ha considerado decisiva la actuación de las Fuerzas Armadas de una nación en la confrontación que plantean los partidos comunistas cuando intentan conquistar todo el poder. Son más de cien años de experiencias: los triunfos y las derrotas de los comunistas han estado siempre vinculados al comportamiento de los uniformados frente a las amenazas del socialismo totalitario. Y, por lo tanto, una de las estrategias más recurrentes de los partidos comunistas ha sido el intento de neutralización —mediante muy diversas fórmulas— de esas Fuerzas Armadas que pueden frustrar sus proyectos de control total. Es obvio, todos lo sabemos, los mismos comunistas lo afirman, pero a veces no se le da la importancia debida.

Y como segunda consideración, téngase presente que la autocrítica de los comunistas en los años 80 del siglo pasado, respecto del fracaso de la Unidad Popular, incluyó siempre un apartado relativo a “la cuestión militar”. Cuando se refieren al tema, todos sus analistas han manifestado, con sinceridad, que en esa materia se equivocaron en dos dimensiones. Por una parte, que no fueron capaces de controlar adecuadamente a las Fuerzas Armadas desde el primer día del gobierno de Allende (llamados a retiro, manejo presupuestario, vínculos institucionales con los Estados Unidos, etc.), y por otra, que nunca impulsaron un auténtico ejército popular paralelo que pudiera hacer frente a un eventual pronunciamiento militar.

Si a los socialistas, miristas y mapucistas les resultaba en esa época más importante infiltrar a las Fuerzas Armadas, a los comunistas siempre les ha parecido más factible y eficaz buscar un control sutil e indoloro, que las neutralice en aquellos momentos de agonía institucional. Los comunistas buscan siempre lo agonal, y saben que las Fuerzas Armadas están hechas precisamente para lo agonal. Por lo tanto, hay que anestesiarlas antes de ese momento final.

Lo que el subsecretario ha pedido está en perfecta consonancia con los múltiples escritos que desde las izquierdas marxistas se han divulgado sobre el tema. La matriz es la del anterior jerarca del Partido Comunista, Luis Corvalán, quien afirmó que “ayudar a las FF.AA. a desprenderse de la ideología fascista, y a crear una nueva estructura y una nueva doctrina castrense es una tarea patriótica de la mayor importancia. Es una tarea que deben imponerse los propios militares con el apoyo de todos los chilenos”.

A sus espaldas, los comunistas cuentan con una mirada aún más extrema, como la de Gabriel Salazar, quien ha afirmado que “hoy, más que nunca, la voluntad soberana de los pueblos… debe formar y educar toda institución armada. Ella la que debe hacer del soldado un ciudadano más, como cualquiera de nosotros, deliberante como nosotros, fraternizado por todos nosotros. Ella la que debe programar, vigilar y controlar sus estudios, su entrenamiento. (…) No pueden, por tanto, auto-educarse ‘gremialmente' los militares”.

Ante unas advertencias tan obvias, ante unas amenazas tan directas, las Fuerzas Armadas pueden y deben hacer valer todas las atribuciones que la Constitución y las leyes les confieren para resguardar su propia identidad. Más aún, para asegurar su propia existencia en el servicio de Chile.

Por algo el PC quería esa subsecretaría.