Como un balde de agua fría han caído las estimaciones entregadas por el Fondo Monetario Internacional de que Chile será el país de menor crecimiento entre las economías de América Latina. De acuerdo con el organismo internacional, nuestra economía caerá 1% en 2023, y será la única que abrazará el anhelado decrecimiento en toda la región. Más aún, en los 40 años previos a 2023, solo en una oportunidad (2017) Chile había sido el último de la lista.
Esta es una mala noticia, y demuestra cómo la incertidumbre doméstica y las malas políticas están causando estragos. Pero eso no es todo. De las principales economías de la región, Chile fue el país que más rápido se recuperó de la recesión de 2020 y, junto a Colombia, fueron los únicos que crecerán entre 2020 y 2022 más que su tendencia. Ello no es extraño. ¿Qué país lidera la lista de déficit de cuenta corriente en 2021? Chile. ¿Quién lideró la lista de déficit fiscal en 2021? Chile, solo superado por Bolivia. Excluyendo a Argentina y Venezuela, adivine qué país tiene la mayor inflación de la región en 2022. Por ello, la recesión del próximo año no solo tiene un componente idiosincrático, sino también da cuenta de que el gigantesco impulso durante el covid exige un ajuste macroeconómico mayor al del resto de los países.
Pero la verdadera mala noticia del informe del FMI es que confirma que Chile se estancó. Desde 2014, el ingreso per cápita ha crecido un magro 0,8% por año, y se espera que en los próximos cinco años crezca solo 0,7% por año. Como botón de muestra, en los 30 años previos al 2014, el ingreso per cápita creció 4% por año, cinco veces más rápido al de los últimos años. Si estos números le parecen lejanos, considere el siguiente cálculo: con un crecimiento anual de 4%, los ingresos de una persona se doblan en 18 años, pero con un crecimiento de 0,7% por año, ¡ello toma 100 años!
Al lado de estos números, la recesión de 2023 es una preocupación de niños. Es que la visión cortoplacista del crecimiento es parte del problema. Cada vez que la economía se desacelera, aparecen las voces pidiendo nuevos impulsos, y seguramente nuevos retiros previsionales. Pero el problema de fondo tiene que ver mucho más con la oferta que con la demanda. Desde que el crecimiento económico se dio por asegurado y la demanda redistributiva se tomó incondicionalmente la agenda, ambos objetivos han sido sacrificados.
Las necesidades más apetecidas de los chilenos no podrán satisfacerse de manera sostenible con una economía estancada. Por eso, a días de un nuevo 18 de octubre, es necesario reflexionar sobre qué políticas permiten ayudar a las personas de menores recursos a salir adelante y al mismo tiempo generan un impulso decidido a la inversión y la innovación. De otra manera, la desilusión solo se profundizará.