Este es un gobierno misceláneo, lo que dificulta escoger un tema. Es un verdadero alud de asuntos, dichos y situaciones que nos regala a cada rato. Y todas ellas encubren la realidad mediante falsedades, simplificaciones, lugares comunes y errores. Esto muestra su imposibilidad de pisar un suelo firme para apoyar sus acciones y, menos aún, para conducir el país.
En la ONU, el Presidente repitió una vez más lo de haber sido la colonia más pobre. Desafío a cualquier historiador a demostrar tal disparate. En todo caso, este ejemplo nos indica que tenemos una adicción histórica a mostrarnos del peor modo posible. Lo de la desigualdad del ingreso es otra joyita que esmaltó el discurso presidencial en esa oportunidad. Suma y sigue. Las heridas desgarradoras que deforman nuestro cuerpo social se reiteran por doquier, no obstante que el plebiscito mostró un país tranquilo, moderado y fuerte. Por supuesto que la derrota en aquel acto no lo es: otra forma de negar el país.
En todo caso, se trata del recurso a generalidades para destacar un presente pretendidamente iluminado por un fantasmal y nebuloso futuro que construirá mediante una varita mágica. La sucesión de este tipo de desfiguraciones parece confirmar una receta que suma voluntarismo con ignorancia e incapacidad. Y que sería propia de una ceguera ideológica que, además, escondería el problema de conciliar —¿o cuotear?— las ideas y las acciones de gobierno para simular una base más amplia y democrática.
Sin embargo, más allá de esto, se trata del afán irrenunciable de realizar la revolución redentora, inconclusa desde la U.P. En ellos no ha transcurrido medio siglo, no han fracasado los “socialismos reales”, Cuba sigue siendo un paraíso, al que se han sumado Venezuela y Nicaragua. Lo que se ha vivido en Chile durante este tiempo no es más que una falsificación para encubrir un gran fracaso y el abuso de los poderosos.
La prédica y las acciones contra las instituciones y tradiciones del país configuran su razón de ser. Electoralmente han comprendido, no del todo aún, que tienen que disimular este rasgo básico. Pero como inquilinos de La Moneda, está claro que solo la habitan, es decir, que no están ni ahí con su significado ni con la historia que la respalda: tampoco les interesa. Su objetivo es el poder y su respaldo ideológico no es más que un envoltorio para afianzar su conquista definitiva.
Ojo, ya consiguieron bordes para la Constitución, un modo para negociar su contrabando y afianzar su negocio.