Toda generación tiene una marca. Así existen Millennials, Gen X y Baby boomers. ¿Cuál será la de los niños del Chile actual?
En los 70 nacían unos 230 mil bebés al año en el país. El máximo se alcanzó en 1990 (cerca de 295 mil). Desde entonces, la cifra cayó. El 2017 no se llegó a 220 mil. ¿La razón? Los cambios en las decisiones de fertilidad de la población.
El gradual fenómeno terminó encogiendo la matrícula escolar. Entre el 2004 y el 2014, el número de estudiantes de educación básica cayó un 14%. La inmigración cambió algo la tendencia, pero el nivel hoy sigue siendo muy inferior al de dos décadas atrás. ¿Y para adelante? La caída continuará. Los nacimientos se derrumbaron el 2020 y 2021 (menos de 200 mil anuales). Difícil escenario para las nuevas generaciones. En una sociedad que ve caer la fertilidad y envejece, sostener el crecimiento es un reto.
Pero no todo está dicho. Mientras el número de niños caía como piano, el presupuesto público en educación despegaba como avión (se multiplicó 11 veces entre 1990 y el 2021 en términos reales). ¡Tremenda oportunidad! Y es que con menos niños y un presupuesto al alza, las posibilidades de hacer más productiva la educación pública son y seguirán siendo amplias. Un salvavidas para esos botoncitos que, como escribió Mistral, tenemos apegados al corazón. Lástima que no parezca tocar el agua. Millones de dólares disponibles, pero sin liderazgo que los asignen bien. Mire el drama del Instituto Nacional, del INBA o del Liceo de Aplicación. Allí se cuelgan los patines y nadie es responsable. Pura pérdida para los estudiantes. Mal presagio para las nuevas generaciones.
Y si estamos en esa, no dejemos pasar la pandemia. Más de 250 días lectivos sin establecimientos disponibles entre 2020 y 2021, líder absoluto de la OCDE, una catástrofe para todos los estudiantes. Lo bueno es que pasó, pensará usted. Frío, frío. La calamidad continúa, pero toma otra forma: la inasistencia.
Entre marzo y agosto del 2022 hubo 107 días de clases. ¿Inasistencia en la básica? En promedio, 17 días en los colegios públicos. Es decir, más de tres semanas fuera del aula. Y si se aplicara la regla de 85% de asistencia anual para ser promovido, un 15% de los estudiantes en ese nivel no tendría hoy cómo pasar de curso (tres veces más que en el 2018). Una barbaridad.
Solo un milagro evitaría que la desigualdad en el futuro no aumente. Las familias de mayores ingresos pudieron compensar algo la falta de formación. Para el resto, abrir los colegios no ha sido suficiente. Basta ver lo que ocurre con la salud mental de los menores. Por eso molesta la inacción y comodidad que emanan en parte del sector. Aprovecho el vuelo y dejo la inquietud: si mantenemos la razón de niños por docente constante y el número de nacimientos cae, ¿qué debería ocurrir eventualmente con el número de profes?
La real magnitud de todo esto se verá en décadas. Sin embargo, se puede aventurar que muchos pagarán caro la falta de liderazgo y el derroche en educación de otra generación.