Señor Director:

Las principales fuerzas políticas han consensuado la continuación del proceso constitucional. Este nuevo intento debe considerar como elemento central el abrumador resultado del plebiscito que —como respuesta democrática— no puede ser separado del proceso. Es insoslayable preguntarse por sus causas e inicios fácticos, sentido, evaluación, mecanismos y sobre todo por el desempeño de quienes han conducido este proceso desde el principio.

Interpretar lo que seguirá como una segunda oportunidad, sin tener en cuenta su historia, contexto y la respuesta plebiscitaria ciudadana, y sin asumir responsabilidad política alguna por los efectos causados, solo extenderá nuestra crisis. Y hasta ahora hemos visto un Presidente que, respecto de la derrota de la opción Apruebo por la que se jugó, se declara adelantado de época y advierte que no dará un paso atrás; mientras que desde el partido más influyente del Gobierno (PC) han pretendido reducir el fracaso de su propuesta constitucional a una supuesta campaña de fake news. Es decir, no se avizora en el oficialismo una voluntad real de autocrítica, menos aún una señal de girar en su proyecto refundacional.

El valor del consenso es indiscutible, pero debe ser transversal y visible, sin erigirse sobre la base de premisas impulsadas por un oficialismo derrotado y acrítico.

Después de todo, la promesa que germina todo el proceso constitucional —la paz— no ha llegado a ningún rincón del país. Chile sigue padeciendo, y no por ausencia de nueva Constitución, delincuencia, violencia política y terrorismo.

Claudio Arqueros
Director de Formación Fundación Jaime Guzmán