El próximo octubre se debería conocer el fallo contra Sergio Jadue, que desde hace siete años es un vecino más de la bonita Miami.
El dirigente partió de Chile de mala manera con 36 abriles, que es el mes de su cumpleaños, hoy anda por los 43, y en un puñado de semanas, si la jueza y el fiscal lo deciden, se conocerá un dictamen que ha sido postergado trece veces, para que no quede duda: 13, XIII, decimotercera.
¿Se podría llegar a una decimocuarta postergación? Claro que sí, pero si no ocurre y viene el dictamen, seguirá el juicio, son partidos eternos y sin final único y con varios incorporados que, en ciertos casos, significan un nuevo comienzo.
Hay deja vu, ralentí, spin off, remake, secuela y precuela, y así es como las causas se estiran, remojan, hibernan, languidecen y se convierten en un caso interminable. Acá no hay juicio bíblico, pasan las estaciones y las causas se van por las ramas y dispersan por el aire. Acá es justicia más humana que no se qué, donde lo de tarda, pero llega; es tan alternativa como demora y nunca llega.
Lo real es que todo pasa y se olvida, lo recomendable, para pringados, untados y asociados, es poner tierra entre medio o esfumarse, durante un plazo prudente, pero la vida continúa, con sus noches y días.
Así que las manos derechas de Jadue, hombres de carne y hueso, y las manos izquierdas, dirigentes orondos y sanitos, están de vuelta. Perdón: es que la mayoría ni siquiera se fue y nunca nos abandonó. No hubo necesidad y no tenían motivo.
Hay un juicio histórico, pero acá nadie es tonto, al contrario.
¿Reláteme las cosas que pasaron en la época de Checho, perdón: de Sergio Jadue? Son cosas que pasaron, como pasan tantas cosas.
¿Cosas malas? Esperemos el juicio, que para eso está.
¿Cosas buenas? Por supuesto que sí.
¿Cuál es la conclusión? Que así son las cosas.
¿Algún consejo? Seguir el dicho: a otra cosa, mariposa, para volar por los jardines del fútbol, entre los buenos muchachos y las oportunidades que sobran.
Los periodistas se indignan y desesperan. Libros de investigación y reportajes en profundidad, con hechos concretos, denuncias claras y pruebas variadas, pero nada de eso implica nada. Best seller un par de semanas y algún premio, podría ser.
Eso es todo. Hicieron lo que corresponde. Hasta ahí llegaron. ¿Qué otra cosa querían? Reconocimiento moral, por favor, simplemente hicieron lo que hay que hacer. Aunque no sirva de nada. Es la profesión y son otras las cosas que perduran.
Por ejemplo ese Cóndor de Bronce que el Círculo de Periodistas Deportivos le otorgó a Sergio Jadue el 2013, como Mejor Dirigente Deportivo. Y que le arrebató a fines del 2015.
Esa lección, que acaso importa más que cualquier otra, dice que el periodismo no está para premiar a nadie y menos a los dirigentes. Tampoco a la autoridad ni al mandamás. Nunca.
Si la lección fue aprendida y recuperaron el cóndor, no lo vayan a fundir y que no se les vuele. Un día se convertirá en leyenda.