Dicen que cuando murió Stalin se fue al cielo (al menos eso dicen los comunistas). Cuando llegó, le abrió la puerta San Pedro y le explicó que para personas VIP como él existía la opción de escoger si pasar la eternidad en el paraíso o en el infierno, y que por eso se le permitiría estar un día en cada lugar para hacer una elección informada.
Entonces San Pedro acompañó a Stalin al ascensor y le marcó el -1. Cuando se abrieron las puertas, el jerarca soviético pudo ver un campo de golf y al fondo un quincho. Lo salieron a recibir —vodka tonic en mano— Marx, Lenin, y varios comunistas amigos con los que comió y bebió feliz hasta la noche, cuando comenzó el baile y llegaron mujeres buenamozas que se lo disputaban. El Diablo le cedió su lujoso dormitorio para descansar.
Al día siguiente, Stalin subió al cielo a pasar su jornada ahí. Coros de ángeles lo acompañaron y pudo presenciar la más espléndida puesta de sol. Ya de noche llegó San Pedro y le pasó un papel y un lápiz: “Cielo”, “Infierno”, eran las alternativas. “¿Puedo explicar mi voto?”, preguntó Stalin. “Obvio”, respondió San Pedro. “Fue relajante el día en el Paraíso, pero mi personalidad necesita acción. Me voy al infierno”. Partió al ascensor. Cuando se abrieron las puertas, un ser espeluznante lo agarró del cuello y le puso grilletes. Lo hizo caminar por un terreno que le quemaba los pies donde vio a personas picando piedras en un inmenso hoyo gimiendo y llorando. Stalin llegó ante el Diablo y le dijo: “no entiendo nada, ayer este lugar era una maravilla y me trataron fantástico; hoy esto es un infierno y me tienen engrillado…”.
“Es que ayer estábamos en campaña, hoy ya votaste por nosotros”, le explicó el Diablo.
Me acordé de este cuento cuando vi en la semana el debate en el oficialismo a propósito de la campaña del Apruebo. Un sector de la izquierda opina que la campaña debe ser “Aprobar para Mejorar” o “Aprobar para Reformar”, e incluso apareció otro grupo más creativo que inventó el “Apruebo para Concretar”. Todas esas modalidades aceptan que el texto de nueva Constitución no quedó bien hecho y que es necesario corregirlo. Y que es preciso hacer ahora mismo ese reconocimiento y comprometerse con los electores. Es lo que alguien denominó “Arreglar para (poder) Aprobar”.
Es una buena táctica electoral, creo yo, porque, mal que mal, estamos en campaña (como en el chiste de Stalin).
El propio Presidente Lagos planteó el viernes que es preciso aprovechar el tiempo de aquí al 5 de septiembre para acordar los contenidos de la nueva Constitución que deberá redactarse después del plebiscito. Tiene razón el Presidente Lagos (casi siempre tiene toda la razón).
El problema es que hay otro bloque dentro del oficialismo que está firme en la idea de no tocar la propuesta de nueva Constitución ni comprometer arreglos o reformas al texto antes del 4 de septiembre. “Después de que gane el Apruebo conversamos”, insisten el presidente del PC, la vocera y otros dirigentes relevantes. Y, de hecho, no ha habido opción de negociar nada.
Mi sospecha es que para comunistas y frenteamplistas el texto está muy bien y si gana el Apruebo buscarán aplicarlo tal cual. Han demostrado que tienen el poder para hacerlo. Porque ni siquiera en campaña y perdiendo en las encuestas han estado dispuestos a comprometer mejoras. Impresionante.
En el chiste, el pobre Stalin cayó en la trampa por cómo maquillaron la escena. Aquí ni siquiera se toman la molestia de maquillar nada.