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Editorial
Miércoles 20 de julio de 2022
Sobre responsabilidad fiscal
Sostener que un menor déficit efectivo abre la posibilidad de aumentar el gasto contraviene los principios de la regla fiscal.
Las cifras del Informe de Finanzas Públicas para el segundo trimestre de 2022 reflejan que la recaudación de la última Operación Renta superó con creces las proyecciones iniciales, con lo que el déficit fiscal proyectado para este año se reduciría sustancialmente.
Estos resultados positivos no son del todo sorpresivos, considerando que la economía terminó 2021 con un dinamismo mucho mayor al supuesto durante la elaboración del presupuesto fiscal para este año, discutido a partir de septiembre pasado. En efecto, mientras que el presupuesto proyectaba que 2021 cerraría con un crecimiento del PIB de 9,5% y de 16,2% en la demanda interna, las cifras efectivas terminaron siendo de 11,7% y 20,6% respectivamente. Así, el menor déficit fiscal proyectado para este año refleja el efecto de arrastre de la mayor actividad con que terminó la economía el ejercicio anterior, sumado a la desaceleración algo más lenta que se ha observado en los primeros trimestres de 2022, especialmente en el consumo interno.
De acuerdo con la regla fiscal vigente, corresponde que los mayores ingresos transitorios de un ejercicio sean ahorrados; por lo mismo, el que ellos se produzcan no representa la apertura de un mayor espacio para incrementar el gasto. Al contrario, usar el argumento de que el menor déficit efectivo abriría la posibilidad de aumentar los desembolsos fiscales significa sobrepasar los principios en que se sustenta la referida regla. Según esta, el nivel de gasto debe anclarse ex ante en el nivel de ingresos estructurales de la economía, lo que permite aislar el gasto fiscal de las fluctuaciones en la actividad o en el precio del cobre.
De igual manera, cabe recordar que el gasto definido de acuerdo con la Ley de Presupuestos lo está en términos nominales, de modo tal que fluctuaciones inesperadas en la inflación —como las que han ocurrido este año— no justifican una desviación del gasto para mantener la misma trayectoria en términos reales. Por cierto, tampoco sería justificable —de acuerdo con la misma regla— una disminución en el gasto si la inflación fuese menor que la proyectada originalmente.
Tal vez modificaciones menores en el nivel de gasto puedan tener impactos de segundo orden sobre los agregados macroeconómicos, pero sí generan un efecto de primera magnitud en la credibilidad de la regla fiscal. Esta última ha sido erosionada ya por varios años en distintos gobiernos. Cada vez, su incumplimiento ha sido racionalizado aludiendo a un sinnúmero de situaciones excepcionales, algunas claramente justificadas y otras definitivamente no. En las circunstancias actuales, cuando la consolidación de las cuentas fiscales y la estabilización de la deuda pública son elementos críticos para la estabilidad macroeconómica, resulta especialmente importante la transparencia en la manera en que la política fiscal está funcionando.