Señor Director:

Me refiero a la carta de ayer del señor Richards y de la señora Tohá, en la cual me aluden. No me voy a meter en temas de seres humanos agradecidos, porque no es mi norte. Tampoco voy a eternizar una discusión que nunca tendrá solución, porque ellos y yo vivimos dos realidades muy distintas tanto en Chile como en México.

Envié mi carta con un propósito específico, el fin de mi carta se alcanzó y el objetivo se cumplió. Dije lo que tenía que decir, llegó al público que tenía que llegar, hice ver una verdad, y quedé contento de haberlo hecho.

Lo hice con profundo conocimiento de mis realidades chilena y mexicana. Porque por razones familiares y profesionales sigo siendo hasta el día de hoy parte activa y reconocida de la sociedad mexicana (no un mero observador externo); así que conozco perfectamente las reacciones tremendamente negativas en México hacia la persona del señor Echeverría, básicamente por sus desastrosas políticas económicas y sociales que tanto daño hicieron a México, y también, desde luego, por la matanza de Tlatelolco.

Solo dos comentarios finales: el que el señor Echeverría fuera amigo de algunos chilenos no lo hace “Amigo de Chile”, pues, insisto, fue amigo solo de quienes quiso ser amigo; y, vuelvo a recalcar, su comportamiento al romper relaciones con la República de Chile, con nuestro país, fue de mala fe y a traición. Como señalaba un profesor de mi universidad en México: lo digo y lo sostengo.

Juan Alberto Díaz Wiechers