Señor Director:

El proyecto constitucional que se nos pide aprobar nos divide y fractura aún más como sociedad, deja a nuestra democracia vulnerable frente a los nacionalismos y abre las puertas al populismo. En nombre de la justicia y la dignidad se ha redactado un documento maximalista que, a priori, se nos dice deberá ser enmendado, estableciéndose para ello un mecanismo intrincado y altamente inviable.

¿Merecemos como sociedad una Constitución construida con la lógica del siglo XX cuando ya nos encontramos en la tercera década del siglo XXI? ¿Debemos conformarnos con una Carta Magna que profundice diferencias y polarice nuestra visión de país? ¿Podemos darnos el lujo de perder la oportunidad de contar con una Constitución democrática e inclusiva, cimentada no solo en derechos y deberes, sino en una profunda noción de reciprocidad? ¿No será ya tiempo de entender que en Chile no sobra nadie?

Nuestro maravilloso hogar, diverso en sus climas, paisajes y multiculturalidad, merece el mayor de nuestros esfuerzos para dotarlo de una carta de navegación que, recogiendo el duro aprendizaje de nuestro pasado, nos permita abordar con imaginación, coraje, generosidad y fuerza los desafíos presentes y futuros que nuestro país, continente y planeta tienen frente a sí.

Se dirá, entre otras hipótesis, que quienes optamos por votar Rechazo a la Constitución elaborada por la Asamblea Constituyente lo hacemos por defender privilegios, autocomplacencia o temor. Nada más lejos de la realidad. En mi caso he decidido votar Rechazo por responsabilidad cívica y por conciencia histórica. Gonzalo Rojas-May O.