Participé hace un par días en una actividad organizada por el Centro de Estudios Públicos que consistió en una conversación con la poeta y artista mapuche Faumelisa Manquepillán. Faumelisa es una mujer de mediana edad —tiene la mía—, reflexiva, perspicaz, desprovista de toda agresividad, perteneciente a una comunidad ubicada en la Región de Los Ríos, llamada Puquiñe. Su creación se ha desplegado, a la vez, en la poesía, la composición musical, el canto, la artesanía, y sus interpretaciones reúnen en un solo acto todos esos elementos. Es por ello por lo que es mejor estar presente —o al menos ver en un video— en esta suerte de auto sacramental —que lleva a cabo de manera dulce y a la vez poderosa.
Aquello que fue aflorando en mí —desde mi experiencia como crítico literario— es aquello que en nuestra tradición estuvo y en algún momento seguimos una ruta diferente y lo perdimos. Dicho de otra manera: existe una dimensión profunda de la cultura mapuche que se halla latente en nosotros, pero olvidada, una dimensión fundamental. De ese modo, no hay contradicción, sino recuperación.
En primer lugar, el poder de la creación cuando recupera su integridad, su unidad —la musa fue una sola—, superando la dispersión y segregación con que se desarrolla hoy. ¿La tuvimos? Sí: en el canto homérico, la trova, el carnaval. Segundo, la contigüidad del mundo de los sueños y el de la vigilia ¿La tuvimos? Sí: los sueños en el Antiguo Testamento, el mundo onírico grecolatino, el gran sueño de Constantino que cambió la faz de nuestra cultura. Tercero, la copresencia de los vivos y los muertos y los por nacer en una sola comunidad. Los muertos no se van, están aquí en el “río azul del cielo”. ¿Lo tuvimos? Claro que sí: existe una religiosidad ancestral muy profunda en los orígenes de Europa. La incomunicación actual proviene de la modernidad. Cuarto: la importancia espiritual del territorio propio, de la casa vernácula para el sentido de nuestras vidas. ¿La tuvimos? Por cierto. Los lares y penates del mundo romano, la vivencia trágica y poética del destierro. ¿La experiencia del exilio —de la pérdida del lugar propio— no se halla acaso en la génesis de grandes poemas, como Las Tristes, de Ovidio, por ejemplo, o la Odisea? Quinto: la vida como unidad inescindible entre lo celestial y lo mundano. ¿La tuvimos? Por cierto. Su pérdida es el gran tema de la obra de Roberto Calasso, el pensador italiano muerto el año pasado.
Si viéramos el anverso, entenderíamos que la plena incorporación del mundo mapuche en nuestra cultura es un motivo de esperanza, la promesa de iniciar el camino de retorno desde una “selva oscura” en que nos encontramos. Gracias, Faumelisa.