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Editorial
Jueves 26 de mayo de 2022
La “batalla de las batallas”
Del lenguaje militar usado por el PC se infiere que del plebiscito solo podrían surgir vencedores y vencidos, y no chilenos unidos en torno a reglas y aspiraciones.
Resulta particularmente revelador que el Partido Comunista escogiera la expresión “batalla de las batallas” para referirse al plebiscito que aprobará o rechazará la Constitución propuesta por la Convención Constitucional. No solo porque recuerda a “la madre de todas las batallas”, la frase con que Saddam Hussein se refirió en 2003 a la guerra del Golfo, sino porque de ese lenguaje militar se infiere que del plebiscito solo pueden surgir vencedores y vencidos, y no chilenos unidos en torno a un conjunto de reglas y aspiraciones, suficientemente flexibles para que, con los adecuados pesos y contrapesos de poder, las distintas opciones políticas puedan desarrollar sus ideas y competir conforme al libre juego democrático.
En efecto, en las resoluciones del pleno del último Comité Central del partido, que se apronta a celebrar 110 años de vida, se afirmó que “no cabe duda que la batalla de las batallas” en estos próximos meses es desplegar “todos nuestros esfuerzos para aprobar la nueva Constitución” elaborada por la Convención Constitucional, el próximo 4 de septiembre, “fecha que también tiene un carácter simbólico, porque es la fecha en que en 1970 triunfó en las elecciones el compañero Allende”. Más aún, también se planteó que “el triunfo del Apruebo está directamente vinculado al éxito del Gobierno, y ganar el 4 de septiembre debe ser un triunfo sobre las fuerzas del rechazo que están en contra de las transformaciones que Chile requiere”.
Es decir, el significado que la nueva Constitución tiene para el PC admite una connotación adicional, una que lo sindica como el documento habilitador de las políticas que por años ese partido ha querido implementar en el país. El propio presidente de la colectividad, Guillermo Teillier, indicó en entrevista con el diario El Siglo que el pueblo verá en dicho documento “la plasmación constitucional de sus demandas sociales, políticas, institucionales y la posibilidad abierta de su materialización en el corto plazo”. Para dejarlo aún más claro, el convencional del PC Marcos Barraza afirmó en ese mismo medio que “es fundamental que los cambios sean percibidos por la ciudadanía desde el tránsito de una Constitución de la dictadura a una democrática en temas de salud, vivienda, educación, entre otros”. Agregó además que así “se deja atrás la lógica del Estado subsidiario”, y se habilita “en todos los niveles” —nacional, regional y comunal— a un Estado empresario. A mayor abundamiento, concluye que se trata de “un texto que no es solo constitucional”, sino que es “la transformación del Estado para la transformación del país que queremos construir” y poder transitar así “hacia estados de bienestar que les lleguen a todas y a todos”.
Con ello no se hace más que ratificar la apreciación ya hecha por varios especialistas de que esta Constitución es más la declaración de un programa que un conjunto de reglas que permitan que diversas fórmulas programáticas puedan competir para ser escogidas democráticamente con el fin de gobernar el país. Hay aquí una distorsión del objetivo fundamental de una Constitución, pues no se ofrece neutralidad para que los distintos programas de gobierno puedan plasmarse según quienes resulten elegidos en los cargos de los poderes Ejecutivo y Legislativo. Hay, en vez, una construcción habilitadora para la ejecución del programa de un grupo político específico. Eso, de alguna manera, es lo que está llevando a distintos sectores —mayoritarios, según las encuestas— a ser partidarios de desechar su contenido.
A la luz de todo lo anterior, no debe extrañar que el plebiscito haya sido descrito por el PC como una batalla, y no cualquier batalla, sino la “batalla de las batallas".