Señor Director:

Acabo de regresar de una visita a Chile luego de tres años de ausencia obligatoria causada primero por el estallido social y luego por la pandemia. Me impactó la agresividad de los motoristas y de la gente de la calle. Desde el vendedor de frutas hasta una operaria de aerolínea de un club vip del aeropuerto pertenecen a una nueva sociedad que no estoy muy seguro si es mejor o más mala que las que nos tocó vivir. Me di cuenta de que al igual que muchos países del mundo los chilenos son duchos en el uso de big data para orientar las redes sociales con efectos políticos. En esa arena el oficialismo está mejor organizado, sobre todo en Santiago. Los sectores de oposición carecen, en mi opinión, de un liderazgo que los pueda hacer competitivos.

Me llamó la atención la opinión de la gente común y corriente y sus visiones de los temas de actualidad. Me quedé con la impresión de que a río revuelto, ganancia de pescadores, y que los jóvenes serán de nuevo los que aparentemente van a inclinar la balanza de la opinión pública de hoy.

Pero el país sigue siendo el que tan bien describió Neruda en cuanto a sus reconocidas bellezas.

Me vine con esa impresión. Cuando hacía el check in en la aerolínea me encontré con el embajador chileno en Washington. Lo saludé, me respondió con empatía y le comenté mis buenos recuerdos que tuve por algunas coincidencias con su padre. Me pareció bien el diplomático haciendo sus trámites como cualquier chileno sin necesidad de hacer valer su autoridad.

Me vine pensando que aunque llevo muchos más años de mi vida viviendo en el extranjero, uno nunca deja de querer la tierra que nos vio nacer. Por algo es cierto lo que dicen los mayores que así como en las relaciones familiares la sangre tira, y tira fuerte, lo mismo ocurre con el amor por su tierra y que uno nunca deja de ser chileno así vengan terremotos, tsunamis y cambios revolucionarios. Uno nace y muere chileno, pues la tierra y la madre tienen en cierto sentido un parecido muy similar.

Vi pasar en mis recuerdos las distintas etapas de la vida y los momentos más relevantes. El Chile de hoy y el de ayer son muy distintos, pero son el mismo Chile, que de una y otra forma todos queremos.

Julio Eduardo Muñoz