Señor Director:

Soy inmigrante y quiero contarles a las nuevas generaciones que vengo de un país en que más de la mitad de su gente era pobre y una de cada cinco era extremadamente pobre.

Vengo de un país en que millones de familias vivían en casas cuyas murallas eran de cartón, sus pisos de tierra, sus techos de fonolita y donde el agua era provista por el grifo de la esquina.

Vengo de un país cuyas poblaciones tenían calles de tierra que en invierno eran barriales y en verano nubes de polvo suelto.

Vengo de un país donde la inflación era más del 25% anual, deteriorando, mes a mes, los sueldos de los trabajadores.

Vengo de un país donde unos pocos tenían la oportunidad de tener una educación superior y millones de niños solo llegaban a sexto básico.

Vengo de un país con miles de kilómetros de costa y, sin embargo, la mayoría de los que vivían en el interior no conocían el mar.

Vengo de un país donde la desnutrición se veía en las calles y que cuando un gobierno decretó que todos los niños debían tomar un vaso de leche al día, fue aplaudido por moros y cristianos.

Vengo de un país donde solo unos cuantos tenían posibilidad de tener un auto y miles de jóvenes no iban a la escuela porque no tenían zapatos.

Sí, tengo 71 años y vengo del Chile de los 50 y los 60, y no puedo dejar de agradecer las bondades del país que me acogió.

Pedro Pablo Correa Fontecilla