El 1 de mayo concluyó la fase regular de la Liga Nacional de Básquetbol. En el nuevo Edificio de los Deportes del Club Deportivo Universidad Católica, Valdivia superó a la UC por 77 a 71. Los cruzados estaban hace rato fuera de la ronda de playoff de la principal liga cestera local, pero el partido tenía un guiño: la despedida de las bancas de Miguel Ureta, el Mono, su entrenador desde 1987, quien más allá de alejamientos pasajeros, fue la cara visible de la rama por más de tres décadas.
Un tipo frontal y pasional, que nunca eludió el conflicto, que disfrutó de los buenos tiempos de su institución y sufrió las bajas presupuestarias, que mermaron de manera exponencial las opciones de competir. El primer recuerdo de Ureta lo tengo del año 1982, cuando era un joven entrenador y con el Colegio Calasanz se consagró campeón nacional escolar en el estadio Sokol de Antofagasta. Reconozco que me cayó mal, porque venció al San Luis, mi colegio, pero advertí de inmediato que vivía el básquetbol con pasión, que de pronto se le pasaba la mano con los cambios, cuando no era normal alternar los quintetos como ocurre en el baloncesto moderno.
Era el ayudante de Héctor Oreste en la Católica y su nombre comenzó a ser habitual en las series formativas. En 1985 armó una selección que fue cuarta en el Sudamericano de cadetes en Piura. Al año siguiente, Chile venció en el mismo torneo a Argentina en Venezuela. Ese equipo lo integraron protagonistas de la escena cestera, como Leonardo Monsalve (actual DT de Puerto Varas), Aldo Carpo y Pablo Coro. Se avizoraba un proceso interesante, pero la desorganización institucional, lo truncó. A mediados de los 90 la federación cayó en manos de Miguel Herrera Sepúlveda. El "Mono" fue crítico de su gestión. Sin embargo, pese a su distancia con los dirigentes, nunca se negó a dirigir la selección chilena, en procesos con muchos jóvenes, que no prosperaron por motivos económicos y ausencia de convicción.
Tiempos duros, con la extinta Dimayor, antecesora de la Liga Nacional, en permanente reyerta con la federación. De salidas graciosas y chispeantes, sacaba sonrisas cuando ironizaba sobre las características que debían cumplir los extranjeros —sobre todo los estadounidenses— que se sumaban al plantel de la UC. No era llegar y traer un foráneo a los franjeados. Buenas e impublicables tallas que compartía al final de las jornadas cuando se evaluaba el aporte del refuerzo.
A los 65 años, Ureta cuelga el buzo. Seguirá en su club, en otras funciones. Se extrañará su histrionismo, porque vivía los juegos con alta temperatura. El básquetbol, deporte veleidoso como pocos, lo hizo sufrir hasta el final. Parecía que su joven y modesto quinteto se imponía con holgura a Valdivia. El primer tiempo finalizó 45-30, pero el oficio y jerarquía del rival se hizo sentir en el epílogo.
La jornada merecía otro marco. Apenas un puñado de hinchas de la pelota naranja, en un recinto que aún no consigue los permisos correspondientes para recibir público. Ni siquiera una alusión del locutor oficial del gimnasio. Solo el saludo de los rivales, de sus jugadores y el aplauso de los que sabían la noticia, en una noche fría de otoño, como las que acompañaron al "Mono" Ureta en los tabloncillos del país por más de 30 años.