El título farsi de esta película remite a la “sura de la vaca” del Corán, que refiere la orden de Dios a Moisés para sacrificar una vaca blanca, a lo que el pueblo elegido se resistió. En España y parte de Europa, el título fue modificado por “El perdón”, que evidentemente pierde el significado simbólico y religioso del original.
Veamos. Mina Eghbali (Maryam Moghadam) visita por última vez a su marido Babak en la cárcel, antes de que sea ejecutado bajo la acusación de asesinato. Conforme a la ley islámica, la familia de la víctima decide la sentencia, y en este caso ha optado por la ejecución. Mina queda viuda con una hija sordomuda de 7 años. Pero un año después, un funcionario informa a Mina que ha habido un error, que el asesino no fue su esposo y que el Estado le pagará una indemnización por la ejecución equivocada.
Como es una característica del cine iraní, este incidente abre camino a una encrucijada moral. Mina se enfrenta al problema de resignarse a la muerte de Babak, aceptar el perdón que le pide la familia que decidió la ejecución o buscar que le pida perdón el Estado o, mejor, los jueces que calificaron a Babak. La cosa es compleja, porque Babak confesó; también estaba convencido de haber sido el autor del crimen.
Mientras Mina libra ese debate interno, llega a su casa Reza (Alireza Sani Far), un hombre que dice haber sido amigo de su marido y que le empieza a proporcionar los recursos para una vida más cómoda. La relación entre Mina y Reza se hace más cercana. Pero Reza guarda un secreto.
Es una historia muy bien filmada, con una fuerte intención estética, como los continuos reencuadres de los personajes -y especialmente de Reza- entre elementos que los apresan o los oprimen. La incerteza carga cada escena. El conflicto entre la justicia y la verdad ya no será dilucidado, pero falta por definir si hay relación entre la verdad y lo que viene después. El territorio es el que está más allá de la justicia.
Siempre es más interesante un cine con voluntad moral. Un cine en búsqueda de una cierta verdad, aunque sea elusiva, que se enfrente al dogma y problematice el juicio, sobre todo el ideológico. El cine iraní ha construido esa identidad -que es hoy una de las más valiosas del mundo-, incluso cuando se pone un poco académico, como en esta película.
Queda el problema del título. El perdón no es un tema de la película. En cuanto a la vaca blanca, ¿cuál sería? Para divisar la sura del Corán hay que torcerle el pescuezo a la historia. Lo de “balada” es un exceso de mala poesía. Por suerte los malos títulos no arruinan las buenas películas.