Gran parte de la atención se viene centrando, lógicamente, en las normas que discute la Convención. Pero en los próximos días esa densidad de miradas se trasladará en parte a las primeras actuaciones del nuevo gobierno y, en concreto, a sus intentos por comenzar a cumplir su programa.
Normas y proyectos son, sin duda alguna, dos dimensiones decisivas en la vida política, y más aún cuando se habla de cambiarlo todo, de refundación.
Pero, ¿y las personas? ¿Acaso no han dependido siempre los preceptos y las ideas del comportamiento de esos hombres y mujeres de carne y hueso que dirigen, legislan y juzgan?
Por supuesto que sí.
Eso explica toda la atención que se ha puesto en el grotesco comportamiento de Rojas Vade, en su engaño hecho candidatura, en su engaño convertido en representación. La situación pudo obviarse con una simple privación de derechos, pero no, suscitó una larga discusión que después de meses terminó con condenas de todos los sectores y con una reforma que le permitiera su renuncia.
Igual cosa ha pasado con otros comportamientos de algunas personas designadas para cargos en el nuevo gobierno: por haber dicho esto o haber hecho aquello otro, veto y para la casa.
¿Por qué tanta preocupación por un engaño, por una afirmación o por un proceso judicial pendiente? Porque todavía opera allá, en el trasfondo de la conciencia de la mayoría de nuestros políticos, un dato incómodo y que saben que los obliga, aunque muchos no quisieran que se les aplique. Los políticos entienden que los ciudadanos esperan que las personas dotadas de poder practiquen la virtud, que sean sujetos aceptables y, ojalá, ejemplares.
Hayan leído o no la carta de Diego Portales a Cea, que justamente cumple su bicentenario en este mes de marzo, nuestros personajes públicos algo saben de lo que el comerciante y futuro ministro escribía desde Lima.
Recordémoslo:
“La República es el sistema que hay que adoptar; ¿pero sabe cómo yo la entiendo para estos países? Un Gobierno fuerte, centralizador, cuyos hombres sean verdaderos modelos de virtud y patriotismo, y así enderezar a los ciudadanos por el camino del orden y de las virtudes”.
Modelos de virtud.
La Convención se termina en unos meses más, y ya a fines de año poco nos acordaremos de la mayoría de sus integrantes.
Pero el gobierno de Boric comienza este viernes y tendremos presente a cada una de sus principales figuras en el día a día de los próximos cuatro años; será continua nuestra mirada a sus comportamientos personales. Ni el Presidente ni sus principales colaboradores podrán eximirse de ese escrutinio. Y a pesar de que la gran mayoría del equipo de gobierno llega a sus cargos con 20 años menos de experiencia humana que la habitual, no habrá excusa que puedan esgrimir para su eventual carencia de hábitos buenos en la actuación pública.
El ojo estará puesto en la prudencia de los nuevos gobernantes, como virtud rectora de todo lo que hagan; y a su lado, se mirará con lupa si respetan las opiniones opositoras o si, por el contrario, la tentación totalitaria se termina por encarnar en esta nueva generación. Importante será también la probidad a toda prueba, miren que ya hemos visto donaciones que no lo eran.
Si se suma a lo anterior la abnegación en la entrega al servicio público y la veracidad para proporcionar a la ciudadanía información fidedigna sobre la realidad nacional y la gestión de gobierno, tenemos un primer listado de virtudes exigibles sin paliativos.
El programa de la nueva administración es tan perjudicial para Chile, que sería una pésima noticia para la patria que “al Gobierno le fuera bien”. Pero si los nuevos administradores al menos se portan bien, algo puede atenuarse ese daño inminente.