Fue espantoso, pero pudo ser peor para la U. Sufriendo el vendaval albo durante esos cinco escalofriantes minutos —donde Colo Colo concretó todo lo que se le había negado en los tres duelos anteriores—, los azules no tuvieron ni la experiencia, ni el liderazgo, ni la capacidad técnica para entender que la ingenua estrategia que estaban aplicando necesitaba aquietar el partido, ponerle paños fríos, neutralizarlo. Pero fue en ese instante en que Seymour, Brun y Galíndez desaparecieron y, lo que es más grave, Santiago Escobar se quedó sin reacción. Menos mal que vino el penal contra Ronnie Fernández (el único rescatable de su escuadra) para parar la hemorragia, aunque Cristián Palacios se sumara a la sangría perdiéndolo dos veces.
Las 30 mil personas presentes en el Monumental bastaron para que los de Gustavo Quinteros recuperaran la identidad perdida y alimentaran la ilusión de meterse en la pelea interna y competir con dignidad en la Copa Libertadores. Hallada la senda, es poco lo que se puede agregar del Cacique, que pudo haber redondeado en cifras históricas.
Lo de la U tiene responsables claros. Este proyecto se viene madurando desde septiembre del año pasado y tiene dos etapas. La primera fue desmantelar el plantel que había rozado el descenso, quizás con justos argumentos. La segunda, armar uno nuevo, obviamente mejor que el anterior. Eso no aconteció. Este grupo no tiene ni las variantes ni la experiencia del que salió, por lo que los tumbos que da el técnico colombiano son explicables. Rota, cambia y experimenta para llegar al mismo punto: la fragilidad defensiva es notoria y su esquema asoma suicida.
Esta vez, para ir al Monumental a enfrentar 21 años de hegemonía rival, apostó por la defensa más joven de los últimos tiempos, pero no les brindó protección alguna. La U no juega con cuatro volantes, juega con dos, y de una lentitud que apabulla. Por eso los laterales eran doblados y casi siempre sus centrales deben correr hacia su arco o rendirse ante rivales que llegan libres por el medio.
Es tan increíblemente descompensada su defensa con respecto a su ataque que el mínimo exigible es que su gerente técnico, Luis Roggiero, salga a explicar qué han querido hacer. Y por qué varios jugadores que llegaron como solución (Brun, Gallegos, Poblete) terminan tempranamente condenados desde el banco.
El panorama es sombrío con solo mirar la tabla. Pero se torna tenebroso recordando el pasado reciente y, sobre todo, que este proyecto responde a la voluntad de sus nuevos inversores, que efectivamente anunciaron que no había recursos, pero deberán asumir que los pocos que tenían los usaron con muy poco criterio. Sería bueno que también salieran a dar explicaciones, para que toda la culpa no recaiga en un puñado de jóvenes que fueron enviados a cancha adversaria a una inmolación tan dolorosa como inexplicable.