Señor Director:

Interesante la columna de Pablo Longueira sobre la importancia de la presidencia del Senado, pero hay otra versión acerca de cómo se definió la elección para ese cargo en 1990, pues Andrés Allamand describe en su libro “La travesía del desierto” que “durante diciembre (1989) se habían efectuado diversas negociaciones entre Renovación (Nacional) y la Democracia Cristiana para resolver el tema de la presidencia del Senado. La Concertación tenía 22 votos y la oposición 16. Había nueve senadores designados. La mayoría simple era 24”.

“El planteamiento de Renovación era que el plazo de la presidencia del Senado debería dividirse por mitades entre el gobierno y la oposición. El candidato de ellos era Gabriel Valdés; el nuestro, Jarpa (Sergio Onofre y no el senador Arturo Alessandri B.). La UDI negoció sigilosamente el apoyo a Valdés, a cambio de la vicepresidencia del Senado, una vicepresidencia de la Cámara (de Diputados) y una posición privilegiada para ellos en las comisiones de trabajo”.

Comenta Allamand que la UDI dio un golpe a la cátedra y agrega que el episodio sirvió para aprender que en política el pragmatismo puede llevar lejos y que es más difícil administrar el triunfo que la derrota. RN era el partido opositor mayoritario en diputados y senadores y quedó como minoritario y sin participar en la administración del Senado.

Pero Jaime Guzmán puso otra condición para apoyar al senador Valdés, quien debía presidir el Congreso pleno en que se efectuaría la transmisión del mando presidencial. Valdés debía procurar que durante la ceremonia se respetase la persona del Presidente Pinochet.

La presidencia del Senado de Gabriel Valdés fue notable, se considera que la Democracia Cristiana debió apoyarlo en sus pretensiones presidenciales. Habría también que destacar la de otros dos senadores que se desempeñaron como presidentes de la Cámara alta: Sergio Romero de Renovación Nacional, quien fuera alumno de Gabriel Valdés en la Facultad de Derecho de la UC y estaba en la testera cuando Pinochet juró como senador vitalicio, con lo complicada que fue esa sesión, y además durante su conducción de la Cámara Alta se aprobaron las reformas constitucionales de 2005. A dicha gestión, debe sumarse la presidencia del socialista Camilo Escalona, cuya elección fue un hito para el PS, ya que después de 46 años un senador de esa tienda asumía la presidencia de la corporación en la que Escalona dio prueba de ser un valioso representante de la república.

Joaquín Villarino Goldsmith