Casi sin darnos cuenta, entramos de lleno en el mundo de las apuestas. La publicidad deportiva nos bombardea con alternativas varias, que como era de esperar, siguiendo el ejemplo de otras latitudes, han llegado a auspiciar incluso las camisetas de varias instituciones de nuestro campeonato.
Desde que la Polla Gol se instaló en la década de los setenta como una fórmula para financiar a los clubes —amenazados por una severa crisis financiera— no aparecía el azar como una manera determinante de aportar recursos a la industria. Durante años, incluso, se rechazó asociar el juego de las apuestas con el concepto del azar, pues se suponía era el fruto del estudio, las estadísticas, las probabilidades, más aún cuando se fueron sumando variables al esquema original de la quiniela, que contemplaba apenas tres alternativas por partido: local, empate o visita.
Los más grandes escándalos de la historia del deporte han devenido por obra y arte de los apostadores, desde el caso de los Medias Blancas de Chicago en 1919. Asociar enormes cantidades de dinero a los resultados del juego ha sido un ejercicio complicado para deportes como el béisbol, el boxeo, el tenis y la NBA, que han debido extremar los controles y la vigilancia sobre las apuestas para mantener libre de sospechas los resultados sorpresivos.
Es precisamente en ese ámbito donde —en la profusión de casas de apuesta online— donde el fútbol chileno debería establecer controles urgentes. La duda permanente sobre la definición de los campeonatos —y la figura ahora anacrónica de “el hombre del maletín”— ha ensombrecido por años el ambiente. Ahora esa duda se trasladará no solo a los golpes a la cátedra, sino a los más mínimos detalles del juego: desde la primera amarilla mostrada hasta los goles de último minuto.
Siempre tan despreocupada, la industria —representada en los dueños de clubes y en los medios de comunicación— ha recibido con los brazos abiertos la irrupción de grandes cantidades de recursos basados en los apostadores y en su capacidad para predecir, anticipar, acertar a varias situaciones de juego. Las casas de apuestas parecen vivir un auge inesperado en una variante que siempre sedujo a muchos, pero nunca como ahora, por lo que las cifras señalan.
Atendiendo a la historia, la experiencia y la mera sospecha, lo razonable es que hubiera un esfuerzo sistemático, general y profundo para controlar el sistema, estableciendo sanciones severas a quienes dañen la fe en la limpieza del juego. Nada mejor que las reglas claras para enrielar lo que se está convirtiendo en un caudal de recursos que siempre estará bordeando el ilícito. Bastará recordar los escándalos que provocó la Polla Gol, involucrando a árbitros, jugadores y clubes en su época.
La pregunta es simple: ¿cómo estamos protegiendo nuestro fútbol ante la generosa invasión de las apuestas? ¿Alguien lo sabe?