La desinformación como herramienta de acción política no es algo nuevo. Durante la campaña presidencial, desde el comando del ahora Presidente electo, recopilamos más de 20 narrativas falsas contra Gabriel Boric difundidas por Kast o miembros del Partido Republicano, que iban desde un supuesto consumo de drogas hasta el financiamiento desde grupos islámicos, pasando por micrófonos escondidos en los anteojos, fraudes electorales y falsificación de firmas para inscribir la candidatura.
¿Qué lecciones aprendimos del proceso y qué principios guiaron nuestra estrategia para enfrentar esta forma nociva de hacer política?
1. No todo vale en campaña: La tentación de jugar fuera de las reglas siempre está presente. En el comando marcamos límites claros: no usaríamos noticias falsas como herramienta de campaña ni contrataríamos servicios de bots para distorsionar las redes sociales. La deliberación democrática requiere un respeto básico a sus procesos internos, al debate genuino de ideas y a toda la ciudadanía, que sostienen el sistema.
2. La desinformación es contenido de alta calidad: Las noticias falsas viajan hasta seis veces más rápido que las verdaderas. La razón pareciera radicar en que los humanos —al igual que otros mamíferos gregarios— tienen mayor tendencia a difundir información que (1) se trata de otros miembros de la comunidad, (2) desata emociones negativas como la ira o el miedo, y (3) minimiza los recursos cognitivos necesarios para comprenderla. El contenido falso tiene ventajas para maximizar estas tres propiedades porque no debe apegarse a hechos concretos. La ficha clínica falsa que se difundió desde redes republicanas el 12 de octubre es un buen ejemplo: ataca directamente a Boric, apela al estigma social contra el consumo de drogas y es muy fácil de entender. En la disputa entre contenido verídico y contenido falso, la mentira corre con ventaja.
3. Observar y entender las burbujas informativas: Todas las redes sociales contienen comunidades semicerradas, que masifican sensaciones como el falso consenso: la creencia de que la mayoría de la sociedad piensa como yo. Pero lo que produce miedo en unos puede parecer ridículo para otros. Lo que indigna a mi tribu puede generar indiferencia en la tuya. Por ello, es clave tener un conocimiento etnográfico digital acabado y actualizado de todos los grupos involucrados, adversarios y aliados, activos o potenciales.
4. Mentir es una costumbre: La estrategia de la desinformación requiere elaborar tantas fakes como sea posible, apostando a que alguna instale dudas y afecte la relación del adversario con sus audiencias. Estos grupos generan una cultura de estándares de verificación muy bajos, volviéndolos más susceptibles a conspiraciones que eventualmente alimentan propuestas programáticas como salir de la ONU, negar el cambio climático o combatir la vacunación. Finalmente, estas artes terminan moldeando el proyecto político propio, saliéndose de control.
5. El contragolpe fue de la gente: El 22 de noviembre, tres días después de la primera vuelta, se cuadruplicó la capacidad de copar las redes sociales de los partidarios de Boric. Primero memes de Piolín y Chayanne invitando a votar, luego avatares de árboles y nuevas comunidades “por Boric”.
Como el aikido, esta fuerza colectiva y descentralizada usó la energía rival para develar una campaña mentirosa en medios, redes y calles, anulando su capacidad de penetración fuera de los círculos convencidos. El fact checking sistemático e independiente fue crucial para apoyar este proceso. Todos los intentos de instalar noticias falsas en la recta final quedaron atrapados en la burbuja de adherentes duros del candidato de derecha.
Las estrategias basadas en desinformación desgastan las campañas, las vacían de contenido programático y erosionan la legitimidad de la labor política. Por eso es fundamental exponerlas y sistematizar las experiencias que logran enfrentarlas. Una sociedad activa, organizada y comprometida con un proceso democrático limpio es la pieza clave para desactivar este tipo de prácticas, y debe ser un actor protagónico en la construcción de una democracia más robusta.
Felipe Valenzuela
Periodista
Claudio Villegas
Antropólogo