La llamada Operación Calama es un eslabón de la llamada Operación Remontada, porque la ANFP no es tímida a la hora de instalar nombres.
Entre ambas operaciones hay otra estación, la Operación Bolivia, y estas maniobras con métodos y reglas establecidas —por algo son operaciones— se integran a una meta mayúscula que es la Operación Qatar, o sea, apuntarse a un Mundial caluroso que se disputa a finales del próximo año.
La FIFA, durante largos años, prohibió los partidos internacionales en ciudades que estuvieran de 2.500 metros de altura hacia arriba, desde donde se desprende que hacia abajo los efectos médicos son relativos, los futbolísticos escasos y los emocionales inexistentes.
La disposición, por cierto, se anuló, y ahora se permiten encuentros en países alpinos y lo más alto, para estos efectos, es La Paz y luego, Quito.
Los problemas de Argentina con la altura en serio se hicieron famosos cuando Daniel Passarella, después de una derrota en Quito por 2 a 0, en 1996, y por las eliminatorias para Francia 1998, dijo eso de que la pelota no doblaba.
Y después los que saben trajeron a colación a un físico alemán, Heinrich Gustav Magnus, cuyos descubrimientos se aplicaron a los deportes con pelota, porque la rotación del balón y su interacción con el aire afectan su velocidad, curvatura y giro. El efecto Magnus.
O sea, pegarle con chanfle, es decir, con el empeine, pero a un costado y de forma oblicua, para que la pelota salga hacia un lado, pero en el camino y porque va girando sobre su eje, de pronto cambia su trayectoria con una comba genial. Dobla.
Ese cálculo, en una cancha a ras de mar, va y dobla.
En la altura de Quito y no digamos La Paz, la pelota va, va, va y sigue yendo, pero no dobla.
Para todo lo anterior, por cierto, hay que tener a alguien en el equipo, o más de alguien, que sepa pegarle con chanfle. Ese requisito es ineludible. Si no hay nadie así, solo estamos rotando en el aire.
La frase de Passarella, que ya era entrenador de Argentina, sobre la pelota que no dobla, lleva dos implícitos: los afectados son los que saben hacerla doblar, los técnicos, los que conocen el chanfle y otras magias; en otras palabras, la altura afecta a los buenos para la pelota, vale decir, a los artistas visitantes y las estrellas invitadas, que son los que requieren aire apropiado, presión exacta y condiciones atmosféricas razonables.
Los malos, el otro implícito, juegan igual en la estratosfera o bajo el agua, para ellos no hay aire liviano, agua pesada ni pierna menos hábil, porque las dos son idénticamente iguales: poco hábiles.
¿Quiénes serían los malos?
Los que se ponen el sayo de malos y deciden jugar en Calama.