Sin duda que los aciertos en materia de exposición futbolística —en especial en momentos críticos o cuando parecía que las cosas se complicaban— hacen merecida la disputa que tienen en la recta final del torneo Universidad Católica y Colo Colo. Son, sin duda, las escuadras que mayor estabilidad conceptual colectiva y excelencia individual han tenido durante el campeonato. No son fuerzas imparables, ciertamente. Pero sí tienen fortalezas que los han hecho imponer ventajas ante el resto.
La Católica, qué duda cabe, ha logrado estabilizarse y, lo que parece más meritorio aún, renovarse en el éxito tras los logros que ha obtenido en los últimos años. Ciertamente hubiese sido hasta lógico que los cruzados mantuvieran el statu quo, conscientes de que así les bastaba para mantenerse arriba. Pero no, este año la UC intentó dar pasos mayores y aunque no pudo cristalizar todo el proyecto de mediano plazo que seguramente tenía en mente, es obvio que sí logró avances notables, como la confirmación y consolidación de figuras jóvenes que hoy son emblemas del equipo (Marcelino Núñez y Diego Valencia) y un adecuado reemplazo de una pieza en un puesto clave (Sebastián Pérez, en la portería). Ello unido a la inacabable fortaleza goleadora de Fernando Zampedri, la sapiencia e inteligencia táctica de José Pedro Fuenzalida y el cumplimiento sin brillo pero con eficiencia del resto del equipo, hicieron de la UC 2021 una fuerza sólida que la tiene hoy en el umbral y, según las apuestas (como las expresadas en este suplemento), como favorito para dar una nueva vuelta olímpica.
¿Cuáles son las debilidades cruzadas que pueden hacer variar el panorama? Quizás la carencia de planes colectivos alternativos ante ciertas situaciones. La Católica, a partir del advenimiento de Cristian Paulucci en la banca tras el despido del poco valorado Gustavo Poyet (así queda en claro al escuchar las declaraciones de los jugadores) ha mantenido cierto rigor y dogmatismo estratégico sin mayores matices, basado en la tranquilidad de saber que tiene individualidades para la resolución de conflictos. Por ahora, eso le ha alcanzado.
Colo Colo, en tanto, también tiene sus méritos. Se ha hablado mucho de la “reconstrucción” liderada por Gustavo Quinteros, pero parece más preciso hablar de “consolidación” de su proyecto considerando la influencia que sin duda ha tenido el DT desde su llegada al cuadro albo, en circunstancias deportivas muy distintas.
Los blancos tienen un fondo futbolístico, una idea central que tiene dos gracias importantes: permite las adecuaciones tácticas (los dibujos cambian de acuerdo a lo que se está viviendo en la cancha) y el plantel completo —incluido el buen grupo de jóvenes que se han hecho notar ese año como Pizarro, Cruz y Solari— parece sentirse comprometido con el ideario técnico.
De verdad Colo Colo no tiene niveles individuales tan decisivos como la UC, en especial en la fase de definición ofensiva, pero sí tiene figuras que son capaces de conducir y darle giros importantes a todo el equipo como Gabriel Costa y Leonardo Gil, dos de los mejores creativos cerebrales que han tenido los albos desde Marcelo Espina.
Sus posibilidades en esta fase decisiva por el título tendrán que ver con el manejo colectivo de las situaciones de conflicto. A diferencia de la UC, Colo Colo no puede apostar a que un jugador le resuelva un partido, sino que a la solidez como fuerza masiva.
De ahí lo interesante y abierto de esta disputa final.