Imagínese en un teatro de alto cielo, como el Municipal de Santiago, bajo una bóveda azul simulada sobre usted.
Imagínese que cuelgan de esta bóveda, sostenidos por hilos transparentes, miles de discos brillantes como los que se usan en los reproductores de CDs.
Imagínese que usted tiene la misión, desde un palco superior, de fotografiar, de frente, alguno de los discos que brillan en la bóveda. Difícil tarea, los discos giran y parecen no dar nunca la cara.
Más complejo aún, imagínese que esta bóveda se expande sin cesar, como un globo al inflarse, por ello, los discos siempre se alejan.
Usted asume una misión homérica. Porque, además, a cada instante nacen nuevos discos brillantes y danzantes, como en el “Aprendiz de brujo” de Paul Dukas.
Por desarrollar una tarea análoga, la Academia Chilena de Ciencias le otorgó a la astrónoma Laura Pérez Muñoz, 37 años, el premio “Adelina Gutiérrez” en 2019; la semana pasada la misma Academia celebró el nuevo reconocimiento que acaba de recibir la doctora Pérez: de la Academia Mundial de Ciencias y la Academia de Ciencias china.
Laura Pérez se doctoró guiada por la doctora Mónica Rubio, Premio Nacional de Ciencias 2021. Hoy trabaja con estudiantes y astrónomos en Astronomía de la U. de Chile y en el Centro de Astrofísica y tecnologías afines.
Volvamos a los discos que cuelgan de la bóveda en expansión. Gracias a que la investigadora los busca con el observatorio ALMA, el mayor radiotelescopio del planeta, ella y su equipo fotografiaron varios en la “bóveda celeste”. Se llaman discos “protoplanetarios” (planetas en ciernes).
Los teóricos aún no logran explicarse del todo por qué el polvo y los gases dispersos en el universo van concentrándose para formar estos inmensos discos (¿por qué no globos?) visibles desde la Tierra solo en el infrarrojo.
Viéndolos, parecen discos de vinilo, aunque estos “protoplanetarios” lucen sus surcos iluminados. Pero, en sectores, aparecen surcos sin luz, oscuros. La doctora Pérez explicó que esa oscuridad, esa ausencia de polvo y gas, es la estela que va dejando un planeta en formación mientras avanza en su arco.
Mostró una imagen donde habían logrado “ver” ese planeta. “Inmenso, como Júpiter”, dijo. Parecía una luz que engullía, como un PacMan, el material delante suyo, dejando su estela negra.
Le pregunté cuánto esperaba para que el radiotelescopio ALMA fotografiara uno de estos discos. Me sorprendió: “Es al azar”, dijo.
¡Tan distinto a las tablas astronómicas que fijan el instante de un eclipse, o cuando comienza un solsticio!
Me imaginé entonces navegando en este universo azaroso, rodeado de estrellas, planetas. Y, tal como esos agujeritos por donde salen burbujas que uno ve en la arena mojada cuando se retira la ola, estos discos protoplanetarios, concentrando materia, formando más estrellas y planetas alrededor.
Esta astrónoma chilena nos entrega una toma cercana al desarrollo permanente del cosmos, como el río de Heráclito, siempre en evolución.