¿Cuál es el significado de lo que ocurrirá hoy? Cuando en el futuro los historiadores miren hacia atrás, hojeen los diarios y los documentos de este tiempo, miren las fotografías y revisen los archivos ¿qué verán?
Desde luego, verán a una generación de políticos de centroizquierda que, fuere cual fuere el resultado de hoy, comenzó a retroceder, a languidecer ya definitivamente. Se trata de la generación que sobrevivió a la dictadura, condujo la transición y llevó adelante el impulso modernizador cuya estela aún se mantiene. Se trata, desgraciadamente, de una generación que acabó devaluándose a sí misma, avergonzándose y pidiendo excusas por lo que hizo y, en la hora final, sumándose a las payasadas y haciendo cabriolas en el Congreso, votando así o asá después de haber argumentado exactamente lo contrario. Hay varias formas de envejecer y esta debe ser una de las peores.
Al lado de esa generación, verán a una generación perdida. La expresión la empleó Gertrude Stein para referirse a la generación de que formaron parte Hemingway y Fitzgerald. Y como es obvio se equivocó flagrantemente.
Pero al emplearla para describir un aspecto de la política chilena no hay error.
La generación que seguía inmediatamente a la anterior -Carolina Tohá, Lagos Weber, son dos buenos ejemplos- nunca pudo hacerse del control, impedida por esa otra generación que pareció empeñada hasta el final en recuperar el tiempo que les había sido arrebatado. El resultado es que hoy, cuando esa generación más vieja languidece, esta otra generación que inmediatamente le seguía, y que debió sucederla, perdió ya su oportunidad.
Y su lugar está ocupado hoy por los hijos de la modernización. Por esa otra generación nacida entre fines de los ochenta y principios de los noventa cuyo horizonte vital es totalmente distinto e inconmensurable con el de las anteriores. En los ojos de sus miembros brilla la certeza y la convicción de que los días que vienen serán arcilla fácil. Ese es el combustible de su entusiasmo y la fuente de sus errores.
El fenómeno no se replica del todo en la derecha. En ella la generación más vieja languideció antes (aunque algunos de sus miembros simulan alargar su vida útil fungiendo de ministros) y su inmediata generación de reemplazo formada en las alcaldías nunca mostró demasiado talento. En este sentido esa no fue una generación perdida: al perderse ella, no se perdió nada. Y al revés de lo que ha ocurrido en la izquierda, en la derecha los hijos de la modernización no han logrado hacerse de un lugar, y los más talentosos han preferido los think tanks en vez del áspero camino de la competencia política.
Quienes en el futuro miren hacia atrás y se detengan en estos días, verán también un momento en el que parece tener más peso el abrigo de lo colectivo que el riesgo individual, más las demandas de justicia que el esfuerzo individual, el destino de lo colectivo más que la trayectoria que cada uno imagina para sí. Y, sin embargo, advertirán que en el plano de la cultura hay una intensa individualidad y ansias de autonomía para todas las esferas de la vida. Es quizá esta inconsistencia entre el anhelo de mayor abrigo y al mismo tiempo las ansias de poder trazar las líneas de la propia vida, uno de los rasgos que configurarán los años que vienen.
Y en fin, el día de hoy dejará para el futuro un inevitable sabor plebiscitario, este día será de alguna forma un pronunciamiento de la ciudadanía acerca de las tres últimas décadas. Si hay algo que diferencia a las fuerzas políticas que compiten hoy (aunque no siempre lo hayan explicitado en su discurso) es el distinto diagnóstico acerca de las décadas pasadas ¿Fueron años mendaces que bajo la apariencia de la modernización fortalecieron a una élite cicatera y abusadora? ¿Se trató en cambio de años en los que buena parte de las mayorías mejoraron sus condiciones de existencia y cambiaron la trayectoria vital de sus hijos, años cuya estela habrá que cuidar?
El respetable público dirá.