El apoyo a la democracia como forma preferible de gobierno concita hoy extendido respaldo en Chile. En este contexto, son especialmente condenables las declaraciones del diputado Daniel Núñez (PC), quien, a propósito del rechazo a la acusación constitucional contra el Presidente Piñera, sostuviese que “hay que clausurar el Senado”.

Dichas palabras reflejan un desprecio por las instituciones democráticas del país, a las que no se puede pretender eliminar por un desacuerdo con el ejercicio de sus atribuciones. Se trata de una visión que, en definitiva, aspira a controlar el pluralismo, pues supone que habría posiciones más legítimas que otras debido a alguna razón moral. Ello atenta contra el ideal democrático de la igualdad política, pues niega el reconocimiento equivalente de todas las personas que forman una comunidad. En este caso, el planteamiento lo sostiene un diputado comunista, siendo conocido el rechazo de esa doctrina a la democracia “burguesa”, pero también es sabido que ese camino lleva a la restricción de las libertades fundamentales. La declaración refleja claramente que ese enorme costo no tiene mayor importancia para este diputado. La paradoja es que postula ahora al Senado. No es evidente que le haya transmitido a sus electores que se imagina en el futuro un régimen político sin la Cámara Alta ni menos qué tipo de democracia se propone impulsar en caso de ser electo.

Respecto del Senado, cabe observar que en más de 80 democracias del mundo existen dos cámaras, particularmente si el régimen político, como en Chile, es presidencial. Su presencia es menos frecuente en regímenes parlamentarios, porque en estos el Ejecutivo está integrado al Congreso; aun así, existen experiencias con una Cámara Alta para aspectos legislativos puntuales. Las razones principales para impulsar dos cámaras tienen que ver con la tendencia en las cámaras bajas o de diputados a alinearse más partidariamente y, por tanto, renunciando, a veces, al interés general o a evaluar los impactos de largo plazo o institucionales de sus decisiones. Esto último es particularmente necesario en los sistemas presidenciales, donde el Presidente es jefe de Gobierno y de Estado. El Senado, por su composición y plazos de elección, tiende a equipararse en esta última dimensión con la figura presidencial, fenómeno que ayuda a perfeccionar la coordinación entre Ejecutivo y Legislativo. Al mismo tiempo, dada su renovación por partes, funciona como un factor moderador, tendiendo a evitar que resultados coyunturales permitan a algún sector hacerse, de una sola vez, con el control total del poder político. En este sentido, el Senado tiende a ser una pieza clave en un régimen presidencial, más aún con la fragmentación que produce en la Cámara el actual sistema electoral. Es lamentable que una persona que aspira a integrarlo tenga tan poca valoración de la diversidad propia de una comunidad democrática y del papel que este órgano cumple.